Hace pocas horas se cumplieron 115 años de que un habanero, Arturo Norberto Amancio Comas y Pons, escribiera a Martí una carta en la que le daba a conocer un invento de lo que muy bien podría considerarse el «primer avión cubano» y, además, le sugiriera su construcción.
El primer modelo a escala del aparato lo terminó el inventor —nativo de Bejucal— en 1890, pero no logró mantenerlo en el aire, porque pesaba demasiado, no obstante ser sus piezas de ligeros güines, sujetas con hilaza; tener aspas de cedro y un motor con la maquinaria «reforzada» de un reloj.
Su perseverancia permitió que una persona pudiera lanzarse en él desde un barranco y «volar» durante cierto tiempo, pero no hay noticias de que Martí llegara a leer ni a contestar su curiosa misiva.
Félix Iznaga, en nombre de la Junta Revolucionaria en el extranjero, le contestó al bejucaleño —ingeniero agrónomo, periodista, poeta e inventor— que el poco dinero disponible era para adquirir municiones y rifles y su proyecto era muy costoso, pues requería acero y aluminio.
Arturo pronto cumplirá 60 años de fallecido, el 22 de agosto de 1948, en Colón, Matanzas, sin ver la «fuerza aérea» que en rigor le propuso crear al Apóstol para combatir frente a España. Aquí su texto:
«Señor José Martí, Nueva York:
Con motivo de haber inventado un aparato que bien pudiera llamarse un velocípedo aéreo, y que en miniatura me ha dado los más brillantes resultados, creo mi deber dedicarlo antes que a nadie, a mi patria. Las ventajas que puede reportarnos el velocípedo aéreo no creo que se ocultan a su perspicacia, toda vez que con media docena de ellos se pueden arrojar en medio de la noche, una lluvia de bombas sobre una agrupación militar o campamento, sin ser vistos, y sobre todo con el pánico que ocasionaría una cosa oculta y desconocida. En caso de aceptar esta oferta, que tanto nos elevaría, espero guardará la más absoluta reserva sobre este asunto. Y, sin más, B.S.M. (besa su mano) Arturo Comas, Bejucal, 25 de mayo de 1893».