Llevamos más de seis meses. Estamos muy enamorados. Al principio de la relación nos excitábamos muchísimo al más mínimo contacto. Pero últimamente nos resulta difícil provocarnos, a pesar de que nos gustamos tanto como siempre. Conocemos nuestras fantasías sexuales y hemos descubierto que ya no nos excitamos con los «cotidianos» encuentros físicos. Lo que excita a uno, al otro no; y al intentar cambiar la «rutina sexual», terminamos volviendo al punto de antes. ¿Qué nos recomendaría para lograr disfrutar de nuestra relación íntima tanto como antes? Tenemos 17 y 19 años.
Empeñarse en volver al punto anterior no los llevará al disfrute esperado. Estarán condicionando el desencanto si se imponen lograr la misma excitación y lo intentan varias veces al día solo por conservar el ritmo. Al querer despertar el deseo en lugar de dejar que él se aparezca, merma la excitación tan anhelada y pierde sabor el beso más sabroso.
Descubrir un exquisito plato cuando estamos hambrientos nos lleva a devorarlo con placer una y otra vez hasta saciarnos. Sin embargo, sentarnos a comer después de estar repletos no nos abre el apetito. Consumir un manjar sin apetencia nos lleva a la repugnancia, y armar una pareja es mucho más difícil que nutrirse.
El reto está en aprender a disfrutar lo que ahora tienen, aceptando que el furor pasional de los primeros tiempos va cediendo espacio a otros procesos propios de la vida amorosa. Ya devoraron los cuerpos. Ahora se impone deleitar las mentes y esperar el eterno retorno del deseo.
Al amar transitamos por diferentes etapas, como en la vida. Cada una tiene sus posibilidades y retos. Así como en el acto sexual aparecen discordancias por enfrentar, el vínculo presentará divergencias proporcionales a su evolución. El desenlace dependerá de la paciencia, la creatividad y el amor, entre otros muchos condimentos, que sepan emplear.
La diferencia que ahora presentan respecto a los primeros tiempos puede ser señal de avance en la relación, sobre todo si no existe otro problema que esté condicionándola.