Consolidar las transformaciones educativas e tarea de mucha entrega. Rainol Garrido Videaux siente a su escuela como un oasis. Llega a ella mucho antes de que suene el gong para el matutino y la abandona cuando los últimos se marchan.
Nada tiene de casual el símil. Años atrás le sobraba el tiempo, y el contén de la esquina o la desidia del hogar resumían sus jornadas cotidianas.
Ahora este muchacho, que cursa el octavo grado en la Escuela Secundaria Básica Experimental José Martí, luego de culminar los turnos de clases participa en los talleres de creación conducidos por los Instructores de Arte. Desde que estudia aquí muchas cosas han cambiado para bien suyo.
Mario Martínez, estudiante de noveno grado, y Claudia Borges, de octavo, ven en la referida escuela de La Habana Vieja el lugar donde los enseñan a ser tolerantes y a amar el entorno.
Aunque el primero no tiene vocación definida, aspira el venidero curso a alcanzar el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas
(IPVCE). La muchacha quiere ser abogada y, al igual que Mario, se siente preparada para lograr sus sueños. Confía en sus maestros para completar lo que les falta académicamente.
«El modelo educativo que tenemos es muy bueno. Si todos los profesores sintieran una intensa vocación por enseñar, como los maestros de mi grupo, las transformaciones educacionales avanzarían mucho más», asevera Claudia, quien no pierde tiempo para ilustrar el altruismo de Mara Olivé, una de sus educadoras desde que inició la Secundaria.
«Una vez nos reímos muchísimo por los disparates que dijo un muchacho en respuesta a una pregunta. La profe Mara, luego de aclararle la duda, nos requirió por burlarnos. Fue tan convincente que en la clase el choteo malicioso nunca más ha funcionado.
«A ella, con casi 70 años, le sobra madera de educadora. Para nosotros contarla entre nuestros mentores es una garantía», asegura.
Nace un colectivoLa atención a las diferencias individuales es prioridad en este curso. Hoy hace un lustro que el Comandante en Jefe reinauguró la secundaria básica José Martí, esta vez con carácter experimental, para poner en práctica las transformaciones educativas en ese nivel de enseñanza.
Desde entonces muchas cosas han sucedido a favor del conocimiento y la formación de los más elevados valores, reconoce Yanet Sánchez, directora del centro.
«El primer logro fue convertir la escuela en lo mismo que es La Habana: un amasijo de ciudades. El colectivo de trabajadores se ha venido formando con la simbiosis entre profesores de distintas procedencias, entre ellos Profesores Generales Integrales (PGI) de otras provincias.
«Lograr que el claustro sea un verdadero colectivo, donde cada cual se consagra a la docencia y a lo que demanden las circunstancias, ha sido otra fortaleza de estos cinco años, unido a la formación de valores que apunten siempre a cultivar la virtud y utilizarla».
La directora precisa que en este tiempo se han graduado más de 2 000 jóvenes de noveno grado, los cuales se han incorporado a las diferentes enseñanzas, donde han sido acogidos con beneplácito, por su calidad académica y formación político-ideológica. Reconoce, no obstante, que falta mucho para satisfacer las exigencias del nuevo modelo educativo.
Una de las cosas más tristes que enfrentamos cuando reinauguramos la José Martí —recuerda— fue que el primer año tramitamos el traslado de 18 niños hacia escuelas para estudiantes con trastornos en la conducta. Eso nos hizo trabajar con los familiares y la comunidad mancomunadamente, para que cada año fueran menos a esos centros. El curso pasado solo fueron tres.
Esta joven educadora ve con buenos ojos el hecho de que la mitad de la matrícula del municipio de La Habana Vieja para el IPVCE fuera otorgada a sus alumnos el curso anterior, pero lamenta que solo el 13 por ciento de los de noveno grado optara por carreras pedagógicas.
«Estaremos más realizados cuando los de mejores promedios se decidan a ser maestros. Nuestro centro necesita docentes que sean parte de la comunidad, por una serie de razones, pero principalmente porque el 42 por ciento de nuestro claustro es de otras provincias», argumenta Yanet.
Ayamey Perdomo tiene casi nueve puntos de acumulado académico y aspira a carrera pedagógica. El ejemplo de la profesora Ana Rosa Lozano ha sido suficiente para entender la grandeza de esa profesión. Otros jóvenes también quieren ser «artesanos de la buena conducta», como ella llama a los educadores.
Valiente a la buena sombraA punto de terminar el preuniversitario en el campo estaba Jaiser Jaquinet, cuando corrió la voz de que una tarea que sería atendida por el Comandante en Jefe, comprometería a la vanguardia estudiantil de su curso.
Soñaba, entonces, con ser un chef de cocina a la altura de las demandas del más exigente restaurante. Pero el anuncio de aquella incógnita misión, con el nombre de Fidel mediante, cambió sus planes.
«Nos dijeron que era una tarea de la Revolución y como soy militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, desde que estaba en noveno grado, no vacilé en dar el paso al frente. Hasta ese momento el deseo era servirle a la Patria, no tenía ni una pizca de vocación por la pedagogía. El gusto surge cuando asumo la responsabilidad de estar frente a un aula.
«Durante la etapa preparatoria el Comandante nos habló de la importancia que iba a tener la tarea, porque en realidad la Secundaria Básica era el eslabón perdido de la educación. Fue en uno de sus encuentros con nosotros cuando nos llamó «los valientes», calificativo que no traicionaremos.
«Nos graduamos como licenciados hace dos cursos, y gracias a que tenemos un colectivo como este, he podido salir adelante.
«El año pasado le comenté a mi mamá que eran muchas las responsabilidades que teníamos, y muy poco el tiempo para prepararnos. No dejó que siguiera quejándome. Me dijo que realmente me hice persona, cuando me hice maestro. Y tiene toda la razón: fue a partir de entonces cuando crecí de verdad», concluye Jaiser.
La familia agradeceRainol Garrido Videaux siente a su escuela como un verdadero hogar. Dulce María Laguna, madre de Claudia Borges, recuerda que cuando era estudiante de la secundaria tenían cerca de diez profesores en cada curso, entre ellos un profesor guía que no se relacionaba tan estrechamente con el grupo, por estar muy ocupado impartiendo clases a otros.
La matrícula excesiva tampoco permitía atender individualmente las dudas con el esmero que ahora se pretende, ni todos dominaban los nombres de los estudiantes por ser tantos. Cada profesor tenía cerca de 120 alumnos.
«Aunque la mayoría de los maestros era excelente, de casi todos solo se escuchaban los conceptos claves de la asignatura, sin que hubiera margen para saber de sus vidas y ellos conocieran de las nuestras, como sucede ahora que el maestro puede caracterizar a cada educando y viceversa.
«Es bueno saber que en la adolescencia para los muchachos la relación con sus compañeros y los maestros es muy importante, por eso prefieren contarles a ellos y no a la familia muchos de los problemas.
«Cuando mi otro hijo estudiaba aquí, no existía la doble sesión y las aulas estaban abarrotadas. Por esas razones y muchas otras no se aprendía lo necesario.
«Antes tampoco tenían almuerzo y había que dejarle la comida hecha e ir a trabajar con la preocupación de que podía accidentarse al calentarla. Ahora almuerzan en la escuela».
Del pizarrón a la computadoraAsimilar la aplicación de las nuevas tecnología en el proceso docente educativo es para los PGI jóvenes un hecho ordinario. En cambio, para los maestros de más experiencia trabajar con esos equipos reclamó del esfuerzo personal.
En la José Martí, los profesores matricularon en los Joven Club y en el Palacio de Computación para transitar del pizarrón a la tecnología sin traumas para las demandas educativas.
«Para el desarrollo del estudiante se extiende su espectro social con asignaturas como Cívica, y dentro del horario docente también analizan la actualidad nacional e internacional», puntualiza Yumisleydis Linares, guía base del plantel.
«Como muestra de que se fomenta una cultura ecologista y económica sostenible, obtuvimos la categoría de destacado en la recogida de materia prima y el segundo lugar municipal en la competencia de exploradores terrestres. En los distintos concursos los pioneros han participado y han sido reconocidos con premios y menciones», resume Linares.
Esa es mi escuela«Cuando se logre que todos los maestros entiendan que su misión fundamental es formar a sus 15 alumnos, vinculándose siempre con la familia y la comunidad, tendremos ganada una parte importante de las transformaciones.
«Cuando la comunidad diga orgullosa: esa es mi escuela, por muchas razones, entre ellas por hacer un trabajo social con los niños con desventaja social, diremos que estamos más cerca de alcanzar las metas de la revolución educacional», asevera Yanet, la directora del centro.