Quintín Mota Rodríguez, de 92 años. CIENFUEGOS.— Varios marineros cubanos y norteamericanos perdieron la vida el 13 de mayo de 1943, cuando el submarino alemán U-176 torpedeó a los buques mercantes El Mambí, cubano, y al estadounidense Nickeline, que en convoy marchaban hacia EE.UU. con mercancías para las naciones aliadas.
Trece de los fallecidos fueron cienfuegueros, la mayoría jóvenes. Al alevoso ataque bajo el agua sobrevivieron diez de aquellos hombres de mar, considerados Héroes de la Segunda Guerra Mundial, pese a que en su momento el entonces presidente Fulgencio Batista los ignoró.
Al hoy nonagenario Quintín Mota Rodríguez y a otro cienfueguero ya fallecido, Andrés Silva Subirats, la historia les agradece el conocimiento detallado de los acontecimientos.
Aquel 13 de mayo, hace 64 años, El Mambí navegaba junto al Nickeline con abastecimientos para las fuerzas aliadas contra el fascismo.
A las tres de la madrugada, un torpedo alemán hundió al Nickeline ante los ojos asombrados del guardia de cubierta Quintín Mota.
Él había ido a tomar agua antes de dormir, cuando llegó a sus oídos el grito de aviso de Andrés Silva, que alertaba sobre la presencia de otro proyectil disparado sobre su propio buque, El Mambí.
El impacto lanzó al mar a Quintín, quien no sabía nadar y se aferró instintivamente a un objeto metálico que lo bajó a las profundidades. Hace pocos años, cuando las palabras respondían mejor a los recuerdos de su memoria, le refirió esta historia, publicada en su día, al historiador cienfueguero Andrés García Suárez, quien a su vez la rememoró a este diario.
Le contó entonces que el recuerdo de su novia Estela, que le había acabado de dar el sí, unido a las ganas inmensas de salvarse y casarse con ella (lo cual hizo) obró el milagro de escapársele a una muerte siniestra en las profundidades.
Logró emerger, asirse a una balsa vacía y así salvar a cuatro hombres más —poniendo prácticamente en juego su vida, por la pequeñez de la embarcación— en acto valiente que dice mucho de este hombre.
Otros pocos sobrevivientes, montados en dos botes, fueron rescatados cuatro horas más tarde. Dos días después, el 15 de mayo, zarpó del puerto de Isabela de Sagua un nuevo convoy, conformado por dos buques mercantes cubanos y uno norteamericano, con mercancías para los aliados.
Junto a las naves iba el cazasubmarinos cubano CS-13 y un avión de reconocimiento estadounidense de escolta. La torpedera criolla, con el operador de su ecosonda, Norberto Collado Abreu, detectó al sumergible germano agresor. Novecientas yardas adelante y a 400 brazas de profundidad, a la tercera bomba graduada, los disparos de la torpedera impactaron al artefacto alemán y lo destruyeron. Cuba y Brasil fueron los únicos países latinoamericanos que hundieron submarinos nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Estos héroes cubanos de la acción no fueron reconocidos, recuerda García Suárez en diferentes textos sobre el hecho, en los que apunta a la tesis desarrollada por algunos historiadores (nunca refutada) de que Batista no lo consintió, porque mantenía un jugoso convenio secreto con Hitler para abastecer en Cuba a sus submarinos en el área.
El importante artista de la plástica cienfueguero Mateo Torriente perpetuó el recuerdo de las víctimas del artero golpe nazi contra El Mambí, en la escultura Caracola con cuernos y estrella.
Dicha obra quedó definitivamente emplazada, años atrás, en el parque cienfueguero de Los Pinitos. Allí, el pueblo de esta ciudad, en compañía del sobreviviente Quintín, rememora el acontecimiento.