Un centímetro de largo tenía la punta de lápiz. Foto: Roberto Suárez Una punta de lápiz de un centímetro de largo permaneció en el cielo de la boca (el paladar) de un cubano durante más de 20 años, y hace solo unos días le fue extraída por una estomatóloga de Ciudad de La Habana, tal vez sea un caso único, por lo menos en Cuba.
Esa persona, hoy con 33 años, es el colega periodista Michel Contreras González, algún tiempo reportero del equipo de Deportes de nuestro diario y hoy del colectivo periodístico de El Habanero, donde escribe sobre el mismo tema.
«Ocurrió cuando yo cursaba la escuela primaria y, por accidente, me clavé la punta del lápiz en el cielo de la boca. Nunca me había molestado en lo absoluto, hasta que recientemente empezó a hincarme», comentó.
Michel logró que la doctora Isabel Vidal Sosa, especialista de la Clínica Estomatológica del aeropuerto internacional José Martí, se la extrajera.
«Según la doctora Isabel parecía un nevo o lunar color violeta en el paladar. Me manchaba de negro el dedo cuando la tocaba», nos explicó muerto de risa el colega.
¿Cómo pudo estar tantos años ese pedazo de punta de lápiz de alrededor de un centímetro de largo oculto en el cielo de la boca sin molestar, salirse, caerse o disolverse?
Primero por estar bien clavado en el interior de la mucosa del paladar y segundo por tratarse del grafito, una de las tres formas del carbono. Las otras son el carbono amorfo y el diamante, sólidos con puntos de fusión extremadamente altos e insolubles en todos los disolventes a temperaturas ordinarias.
Al grafito también se le llama plumbagina o plomo negro. Al ser blando, mancha cualquier cosa que toque y es graso y escurridizo al tacto. Es el único material no metálico que conduce la electricidad, aunque transmite mal el calor. Las minas de lápices están hechas de grafito mezclado con arcilla.
En 1795 se inventó la forma de mezclar polvo de grafito con arcilla, cortando el producto en pequeñas barras que luego se cocían. La dureza de la mina del lápiz depende de la proporción entre el grafito y la arcilla. Cuanto más grafito se utilice, más blando y oscuro es el trazo del lápiz.
El estadounidense William Monroe ideó el proceso que aún se emplea para embutir la mezcla grafito-arcilla entre dos trozos de madera de cedro. El portaminas se inventó en 1877.