I.C: Quisiera que un psicólogo me ayudara a encaminar mi vida, pero no tengo valor para hablar personalmente con un médico. Mi pareja y yo somos portadores del VIH. Creo que él no me ama más y está conmigo por compasión. Me deprimo mucho, al punto de no tener deseos de vivir. ¿Esto me puede crear problemas con la enfermedad? Soy cubana y me encuentro en Madrid desde hace algún tiempo.
Existe una relación estrecha entre las emociones y el sistema inmunológico encargado de defender al cuerpo contra las enfermedades y al mismo tiempo, blanco del ataque del Virus de Inmunodeficiencia Humano (VIH). Si el sufrimiento se prolonga desencadena el deterioro de la salud. Por eso, resulta elogiable que hayas emprendido la lucha contra tu depresión al pedir ayuda. Esta es una primera acción que debe continuar con otras.
No estás segura de que tu esposo haya dejado de amarte, ni de su compasión. Esto es lo que crees o imaginas. ¿Por qué no le preguntas? Por otra parte, el modo en que formulas la problemática ubica a tu compañero como protagonista. Obvias tu desencanto por no sentirte amada como antes. Es posible que ambos estén atrapados en la misma situación de pareja. Las relaciones amorosas, como la vida, atraviesan diferentes etapas, aceleradas por las crisis. Pudieras analizar a solas y en su compañía lo que sucede, para luego tomar decisiones.
Ambos son seropositivos y temes su compasión. ¿Por qué serías solo tú la inspiradora de este sentimiento? Quizá te compadezcas de ti misma y supongas que otros sienten igual. Compadecernos de nosotros también invita a imitarnos.
Vivir con el VIH y fuera de la tierra natal conlleva riesgos y retos personales. Sentirnos vulnerables y dependientes es un modo de enfrentamiento pero no el único. Seguramente has superado momentos difíciles antes. ¿Por qué no hacerlo ahora?
Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Psicología Clínica y Consejera en ITS y VIH/sida.