Ayer cumplió uno de los sueños: darle un beso a Raúl. El otro, el de abrazar a Fidel, lo tiene guardado con la fe de que se cumplirá. «Le quiero agradecer todo lo que ha hecho por nosotros, los discapacitados», dice Alina Gutiérrez Sotolongo, de 11 años de edad y estudiante de la ESBU José Martí en el municipio de Camajuaní, en Villa Clara.
Los dos anhelos comenzaron a concretarse aquel día, cuando llegó la maestra a su casa y le dijo: «Alina, tú vas al Congreso». Y ella abrió los ojos. Los entrecerró como con dudas, y puede que hasta inclinó su cabecita para interrogar con la mirada a sus padres.
«Tenía miedo. Es que soy tímida, por eso dudé al principio», cuenta Alina. «¿Tímida?; pero no lo parece», le comentamos. «Sí, sí; lo que pasa es que me lo quito». «¿Y cómo?». Encoge los hombros y sonríe: «No lo sé. Cojo aire, me impulso y empiezo a hablar. Lo principal es eso: coger el impulso».
Alina participó en el Congreso del municipio. «Ahí mismo me eligieron para participar en el Nacional», recuerda. «Mis inquietudes están en cómo mejorar la enseñanza en los alumnos discapacitados. Sobre todo en el diseño de los pupitres para que podamos sentirnos más cómodos en las clases frente al televisor».
Dice que le gustan la matemática y la biología. Mueve un dedito negando, con un brillo de picardía en el rostro: «Las letras no me agradan tanto, las ciencias sí. También me encanta pintar, por eso me gustó tanto el Museo de Bellas Artes». «¿Y te has encontrado con muchos amigos?». «Sí, pero ya yo tengo muchos». «Sí, ¿cuántos?». Ella abre los brazos y responde: «¿Cuántos? Mi escuela completa».