Foto: Amauris Betancourt HOLGUÍN.— Pese a encontrarse «jubilada» desde hace más de setenta años, las fumaradas lanzadas entonces al aire por esta diminuta locomotora de vapor, conocida con el nombre de Panchito, siguen aún dando mucho de qué hablar.
Y no solo a los trabajadores ferroviarios del municipio holguinero de Banes, de quienes encarna un símbolo, sino también a todo el que la visita en la plaza expositiva Los Tiempos, donde se le conserva como una de las más valiosas piezas del Museo de Historia de la localidad.
Con nada menos que ¡120 años de edad!, Panchito presume, aún envuelto en nostalgias, de ser el único ejemplar «viviente» de una de las locomotoras más pequeñas fabricadas en el mundo y que fueran empleadas en la producción azucarera de nuestro país.
Su historia se remonta al año 1887, cuando los hermanos Dumois, descendientes de una familia francesa de Nueva Orleáns, se establecieron en los terrenos conocidos como La Ensenada, con el interés de fomentar plantaciones de «guineo» o plátano fruta, dando origen, a la postre, al Banes actual.
La familia adquirió entonces la diminuta máquina en los Estados Unidos y fue bautizada con el nombre de uno de los hijos de Simón Dumois. Sus primeros pininos los hizo acarreando cargamentos de frutas hasta el embarcadero del caserío, desde donde se exportaban, entre otros destinos, hacia Nueva York.
Aunque los datos sobre el fabricante resultan imprecisos, se conoce que empleaba madera como combustible, pesa 14 000 libras y era capaz de arrastrar varios carros especialmente diseñados para el transporte del plátano.
Para que se tenga una idea de sus dimensiones, la Panchito es considerada dos veces más pequeña que La Junta, modelo de locomotora de vapor que se exhibió durante años en la Terminal de Ferrocarriles de Ciudad de La Habana. El ramal de líneas férreas que se le construyó medía tan solo 36 pulgadas de ancho.
En 1895, tras la tea incendiaria aplicada a la finca bananera —de unas 400 casas, en su mayoría de guano y yagua—, para que no sirviera de aprovisionamiento al ejército colonial, los Dumois se marcharon a Manhattan.
Si Panchito pudiese hablar, rememoraría tal vez cómo el 11 de agosto de 1896 se convirtió en prisionero de guerra de las tropas insurrectas cubanas cuando se dirigía al puerto con siete casillas repletas de personal.
Ese día el coronel Bruno Mariño le salió al paso al frente de una pequeña fuerza. Tras hacer bajar a los pasajeros, le fueron desprendidos sus carros y el diminuto tren fue descarrilado, sepultándose estrepitosamente en una alcantarilla.
Pero en tierras del Tío Sam los Dumois emprendieron negocios con el poderoso emporio de los Boston, quienes años después compraron sus propiedades en Cuba, dando origen así a la época dorada de la tristemente célebre Mamita Yunai: la United Fruit Company.
En 1900, terminada la contienda, se fundó en la zona el Central Boston, y con el retorno de los Dumois los territorios del norte de Oriente se convirtieron en seguros abastecedores de azúcar para el vecino norteño.
En 1929 se puso coto a los descarríos de la pequeña locomotora cuando fue declarada obsoleta. A solicitud de los obreros del Central se ubicó frente a los talleres principales del Ingenio, donde permaneció hasta los años sesenta.
Con la construcción de nuevos barrios residenciales en el poblado se le situó entonces sobre un pedestal, a la entrada del reparto Mariana Grajales. Más recientemente, en 2005, la Comisión de Historia Municipal le otorgó un puesto en una galería expositiva.