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La tecla del duende

B612

En días de Juegos Olímpicos nos acercamos a Francia desde la literatura. Se han cumplido este miércoles 80 años de la desaparición física de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito. Revisando en las publicaciones de Guillermo Cabrera Álvarez, encontré valoraciones sobre Antoine y su obra, que quiero compartir entre nuestros lectores. Fueron publicadas en la Tecla Ocurrente, el 31 de julio de 2003:

Quienes llevamos siempre un niño dentro, y maduramos sin dejar la infancia, tenemos «mucha tolerancia con los adultos». Con la vida uno aprende que lo más profundo es en muchas ocasiones lo más sencillo.

Eso nos enseña Antoine, que supo dedicar su libro a un adulto, su amigo León Werth, un socialista que sufría la ocupación nazi en Francia.

Para mí es un libro de inconformidades, porque a nadie debe bastante lo que ya sabe, sino que debe sentir la necesidad de buscar nuevos planetas. La inconformidad es una virtud.

El viaje del principito sirve para profundizar con aparente inocencia en las actitudes humanas. Mediante el rey (la autoridad), el borracho (el vicio), el negociante (la avaricia), y otros rasgos humanos representados por el sabio y el farolero, Antoine va develando y revelándose contra la rigidez de las costumbres y las sinrazones de un mundo habitado por la injusticia social.

Su paso por la Tierra, un sitio donde «los hombres no tienen tiempo para conocer nada», es de un impacto tremendo. Este hombre, que parecía ver la vida desde las alturas de su avión, demostró que volaba con los pies pegados a su tierra. 

Regalo de jueves

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria  excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueran suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes (pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria: A León Werth cuando era niño. Antoine de Saint-Exupéry, prólogo de El Principito.

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