La tecla del duende
Para esta jornada propongo el relato que envía Julia Hernández Santallana, basado en hechos reales.
Esta mañana la joven madre descubre a su hijo (aún no ha cumplido su primer añito) más tibio que de costumbre. De inmediato el termómetro le indica que el niño tiene 37 grados de temperatura, y ello la deja preocupada, y lo dispone todo entonces para llevarlo al consultorio.
No tardó mucho en acceder a la consulta, en donde el profesional de la salud de bata blanquísima, nasobuco verde y apretados guantes, aguardaba ya al próximo.
El pequeño, acomodado en el regazo materno, lo observa curioso cuando este da inicio a las preguntas de rigor. De repente, con un gesto que casi lo conduce al suelo, el niño levanta sus brazos y juntando las manitos, sonriente, comienza a dar palmadas a modo de aplausos. La madre lo mira sorprendida, pero el galeno no sale tampoco de su asombro, ante aquella graciosa y genial pantomima de su joven paciente.
Pasada la emotiva escena, el médico lo reconoce con mucho afecto y cautela, asegurando a la joven mamá no encontrar nada mal en sus exámenes, pero de todas formas le prescribe un chequeo de rutina. Dijo además que todas las madres debían observar siempre a sus hijos, por simples que fueran los síntomas. Y despidió a ambos con una amplia sonrisa.
El gesto de este pequeño es solo el símbolo de la admiración que sentimos todos por los profesionales de la salud en nuestro país, donde cada noche, a la hora del cañonazo, se unen los aplausos de la familia cubana para homenajear a nuestros médicos que arriesgan sus vidas a diario, dentro y fuera de Cuba, para librar a muchos de las garras de la COVID-19.
Desde esta tierra reporta Esperanza Medina acerca de la tertulia realizada por tecleros manatienses antes de orientarse las medidas de aislamiento. Ya se volverán a encontrar; allí estaremos.
Thalía: Cuando ríes, no hace falta encender luces en la casa. Feliz cumpleaños. Tu familia.