La tecla del duende
De la mano de esa encantadora de almas llamada Nersys Felipe queremos alumbrar este jueves. Pepe y la Chata, así se nombra el volumen en el que la cuentera pinareña fabula sobre los primeros asombros del cubano más universal y su cómplice hermana. Ahí les va un fragmento con el título de La negra de las gardenias.
Industria se despereza y anima temprano: coches así y asá, carretones, carretillas, gente a pie, a caballo y para arriba y para abajo. Ahí vive Leonor, en la casa marcada con el número 32, porque es de las baratas, que es igual a decir, casa apenas cómoda y nada bonita.
Le gustan las bonitas. Y hoy, mientras espuma la leche hervida, se acuerda de aquella a la que llegaban los frescos y las gaviotas del puerto. Como le gustaba. Estaba en la calle Paula, era pequeña, de altos, y allí habían nacido Pepe y la Chata. Le hace bien recordarla. Pero una voz...
¡Gardenias, gardenias!
...la lleva al jarrero y luego al escondite del bolsito de sus ahorros.
¡Gardenias, gardenias, gardenias blancas, con ellas en la casa el amor canta!
Y porque le gusta verse bien, se quita el delantal, se acomoda las peinetas y sale con el jarro.
Ya el carrito está allí. Y en el carrito, el palanganón desbordado de agua.
Y en el agua, a flote, y casi nadando, las gardenias crespas de la negra Anunciación.
Es pobre, pero digna, y por digna, bella, a pesar de arrugas y canas: bata y pañuelo blancos, aroma de flor, voz vibrante, y tan diáfana, que parece el regalo de un ruiseñor.
—Las de siempre, ¿verdad?
—Sí, Anunsa, las de siempre.
Le da las más hermosas. Y luego del pago y la despedida, Leonor entra con el jarro florecido. Ya están en la fuente honda. Flotan, casi nadan.
Y al aspirar su aroma, retrocede en el tiempo y vuelve a ver a Anunciación, con su nieta enferma en brazos y el alma en los pies, pues era poco su dinero y cara la poción, roji espesa y aviva sangre que sanaría a la niña que tanto amaba.
Y ve otra vez a Pepe, subiéndole a la pequeña la mediecita rodada y mirando a Anunsa con los ojos entrecerrados, como quien mira a quien le agrada y quisiera conocer mejor.
Y vuelve a sentir el gozo de la amiga al recibir los ahorros de su bolsito, no muchos, pero oportunos.
Se aleja la voz... ¡Gardenias, gardenias...! y Leonor vuelve al presente. Flotan, casi nadan. Las disfruta. Ya no se oye el pregón.
Tendrá lugar este domingo, a las 2:00 p.m., en la casa de la Cultura Tomasa Varona. Mujeres, ese será el pie forzado.
Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos. Vicente Huidobro