Los que soñamos por la oreja
Es una pena que entre nosotros no circule como merece la música de Brasil. Con ello nos perdemos lo hecho por nombres del panorama sonoro de aquella nación como el Cuarteto Jobim Morelenmaum, Toque de Prima, el grupo Mestre Ze Paulo o el guitarrista Guinga, por solo mencionar unos pocos ejemplos. Por lo anterior, nunca será suficiente lo que habrá que agradecerle a Pablo Milanés por ser el principal artífice de que, cuando en los 80 se celebraron distintas emisiones del Festival de Varadero, por el escenario de la playa matancera desfilaran numerosos creadores musicales brasileños, de los más importantes en su momento e incluso hasta nuestros días.
Después de aquella gratificante experiencia que, dicho sea de paso, entre nosotros no se supo valorar en su real magnitud si nos guiamos por el poco caso que se le hizo a algunos de esos ilustres instrumentistas y cantantes, no hemos vuelto a disfrutar de un intercambio tan fluido y por el cual a Cuba llegaron importantísimos representantes de la música popular carioca. No se trata de que por acá en años recientes no se hayan presentado artistas brasileños de tremenda valía, pero lo cierto es que cualquier recuento demostrará que la cuantía de visitantes no resiste la comparación con lo acaecido en el decenio de los 80.
En el caso específico de Carlos Althier de Souza Lemos Escobar, conocido como Guinga, es un eminente guitarrista y como compositor, según no pocos especialistas de su país, está ubicado a la misma altura de figuras notables como esos imprescindibles que son para la música brasileña Villa-Lobos y Antonio Carlos Jobim.
Una de mis grandes amigas, la vocalista Danays Bautista, fue la persona que me hizo prestar atención a la obra de Guinga, y desde el instante en que ella me pasó algunas de las producciones fonográficas del guitarrista y compositor, también dentista de profesión durante largo tiempo, me volví devoto del creador nacido el 10 de junio de 1950 en Madureira, un suburbio de clase obrera ubicado en Río de Janeiro.
Según la biografía de Guinga, en la década de los 70, a la par que ejercía su profesión como odontólogo, él acompañó a cantantes como Beth Carvalho y João Nogueira. Asimismo, por esos años grabó con Cartola y Clara Nunes, figuras muy reconocidas en el ámbito de la samba. En la etapa, empezó a colaborar con el poeta y letrista Paulo Cesar Pinheiro, con el que estableció un dueto autoral. De tal suerte, canciones suyas fueron grabadas por gentes como Elis Regina, Nelson Gonçalves, Miúcha y Clara Nunes.
La carrera musical de Guinga despegó en grande en 1990, cuando Ivan Lins y Vitor Martins crearon el sello discográfico Velas, compañía que le posibilitó sacar al mercado en 1991 su ópera prima, el álbum titulado Simples e Absurdo, que tiene un repertorio de canciones compuestas por el guitarrista en colaboración con el letrista Aldir Blanc.
De ese disco hay varias piezas que para mi gusto son pequeñas joyas, entre ellas mencionaría Lendas Brasileiras, Ramo de Del rios, Rio-orleans, Quermesse, y sobre todo, la que da nombre al fonograma, es decir, Simples e Absurdo, orquestada solo con un acompañamiento de guitarra de esos que cualquier ejecutante del instrumento de las seis cuerdas desearía haberlo ideado.
Otros álbumes que recomiendo son Delírio Carioca (1993), contentivo de 15 temas caracterizados por hermosos arreglos y donde las palmas se las llevan las piezas Cançao do Lobisomem, Viola Variada, Choro pro Zé y Age Maria; Cheio de Dedos (1996), material básicamente instrumental y que valoro de obligatoria consulta para los guitarristas de música popular interesados en la vertiente acústica con cuerdas de nailon en el instrumento; Suíte Leopoldina (1999); Cine Baronesa (2001); Noturno Copacabana (2003); el fenomenal Graffiando Vento-Guinga & Gabriele Mirabassi (2004); Saudade Hacer Cordónão-Guinga & Paulo Sérgio Santos (2009) y Francis e Guinga-Guinga & Francis Hime (2013).
Lo más reciente hecho por este cultor de géneros y estilos que abarcan el choro, samba, forró, baião, frevo, modinha, vals, foxtrot, blues, música clásica y jazz, es un trabajo de conjunto con la cantante Mônica Salmaso y la clarinetista Nailor Proveta, pero hasta hoy no he podido escuchar nada de eso. Con un repertorio que, al decir de la crítica, está armado por composiciones que a menudo son armónica y rítmicamente complejas, aunque en el plano melódico resultan accesibles y con mucha resonancia, a quienes por acá aún no hayan podido disfrutar de la obra de Guinga, se la recomiendo con la certeza de que al más exigente melómano, esta propuesta no lo defraudará.