Los que soñamos por la oreja
A sus 67 años de edad, el guitarrista y cantante estadounidense George Thorogood mantiene una energía sobre el escenario como allá por la década de los 70 de la anterior centuria, cuando debutase en el mundo de la música. Hace pocos días, mientras permanecía en EE. UU. por asuntos académicos, pude asistir en el Pompano Beach Amphitheater (Florida) a un concierto de este músico nacido el 24 de febrero de 1950 en Wilmington, Delaware. Tengo que decir que me quedé sorprendido ante la vitalidad del compositor e intérprete de un tema tan popular en el pasado como Bad to the Bone, utilizado incluso como parte de la banda sonora del thriller de ciencia ficción Terminator 2.
Me parece que fue ayer cuando amigos del preuniversitario Saúl Delgado solíamos reunirnos en la casa de algún colega del centro que viviese en un edificio alto del Vedado, preferentemente cercano al mar, lugar ideal para que entrasen programas de la televisión norteamericana dedicados al rock. Uno de nuestros favoritos era sin discusión el denominado Saturday Night Live. En una de las emisiones de aquel espacio, George Thorogood y su grupo The Destroyers fueron invitados especiales. Ya para entonces ellos gozaban de suma popularidad y habían sido teloneros de agrupaciones tan prestigiosas como The Rolling Stones.
Por eso, cuando mi hermano, el doctor Darío Betancourt, me preguntó si me interesaría asistir a un concierto de Thorogood, aunque tuviéramos que hacer un buen recorrido por la autopista floridana I 95 para llegar, no dudé ni un segundo en responderle que sí. Una de las sorpresas que tuve durante la función fue comprobar la popularidad que todavía conserva George. La instalación, sede de la presentación, posee una capacidad aproximada de 2 600 personas sentadas y, aunque el costo de las entradas no era en lo más mínimo barato, el anfiteatro estaba repleto, con un público que coreaba una tras otra las piezas del guitarrista y cantante.
En la actualidad, acompañan a Thorogood el baterista Jeff Simon, Billy Blough al bajo, el guitarra rítmica Jim Suhler y el saxofonista Buddy Leach, el más reciente miembro del ensamble, pues se sumó a las filas de The Destroyers en 2003.
Confieso que me llama la atención la estabilidad en la nómina de la agrupación, en la que varios de sus integrantes trabajan con George Thorogood desde el decenio de los 70, algo inusual en el presente panorama de la música, en el cual las formaciones cambian de integrantes con suma frecuencia.
Quedé tan satisfecho del concierto que quise ponerme al día con la discografía de George Thorogood y así, de nuevo gracias a mi gran amigo Darío Betancourt, accedí a uno de los últimos fonogramas sacados al mercado por el intérprete y su grupo: 2120 South Michigan Ave. Representa el décimo quinto álbum de estudio de George Thorogood and The Destroyers. Se trata de un CD concebido a modo de homenaje a la célebre compañía Chess Records, y por tanto, se arma a partir de versiones grabadas originalmente en dicho sello por figuras como Chuck Berry, Bo Diddley, Willie Dixon, Muddy Waters, Robert Higginbotham, James A. Lane y McKinley Morganfield, todos ídolos en la música estadounidense.
2120 South Michigan Ave. se completa con un par de cortes de la autoría del propio protagonista del disco.
En relación con el tema que da nombre al fonograma, debe señalarse que se trata de un cover a propósito de un original de The Rolling Stones y que alude a la dirección de las oficinas y estudios de grabación de Chess Records en Chicago.
Entre mis piezas favoritas de la grabación aparecen High Heel Sneakers, con Buddy Guy como invitado; Spoonful, Let it Rock, My Babe y 2120 South Michigan Ave., en estos dos últimos casos con la intervención del notable armonista Charlie Musselwhite.
Ciertamente, alguien pudiera decirme que la música hecha por George Thorogood y The Destroyers resulta bastante elemental desde el punto de vista de sus armonías y hasta cierto grado predecible en su desarrollo, y yo no lo discutiría. Empero, reconozco que lo que ellos hacen a mí me gusta pues me transmite mucha energía y unas tremendas ganas de vivir, lo cual resulta más que suficiente.
He ahí, en mi opinión, una de las funciones que cumple la música, aspecto que en ocasiones algunos suelen pasar por alto en sus valoraciones.