Los que soñamos por la oreja
A propósito de un viaje de corte académico a Canadá, invitado por el Departamento de Historia de Queen’s University, he tenido que revisar parte de lo mucho y bueno que en materia de discos acreditados a cubanos se ha editado en años recientes en dicho país. Es sencillamente sorprendente la cantidad de producciones fonográficas de compatriotas radicados allí que han sido nominadas y/o galardonadas en los dos eventos de mayor prestigio de la música en aquel territorio, el National Jazz Awards y el Premio Juno.
En tal sentido, para mí cada día cobra mayor fuerza la idea de que nuestras ciencias sociales, y no solo la Musicología, están llamadas a formular investigaciones al corte de una llevada a cabo por el español Íñigo Sánchez Fuarros en relación con la escena musical cubana en Barcelona, en virtud de los disímiles espacios geográficos desde los que nacidos en esta Isla, pero en la actualidad transterrados de manera temporal o definitiva, construyen variados discursos culturales.
Al revisar en mi colección discográfica una parte de los álbumes grabados en Canadá por cubanos, me di cuenta de que, por una u otra razón, algunos de ellos no los he reseñado. Uno de esos casos es el CD Momentos cubanos, el cuarto trabajo acreditado a Luis Mario Ochoa. Con anterioridad, él había puesto en el mercado los discos A la cubana (1995), La fiesta (2000) y Cimarrón (2005), que en su momento comenté desde estas propias páginas de Juventud Rebelde.
Lo primero que se me ocurre decir tras escuchar un fonograma como Momentos cubanos es resaltar el buen gusto que posee Luis Mario Ochoa a la hora de abordar el hecho musical. Es ese un rasgo que lo distingue, ya sea como instrumentista, cantante, orquestador o compositor. Creo que ahí radica la esencia de lo realizado por él y que, dicho sea de paso, no es algo que hoy uno encuentre con la frecuencia deseada.
Con un formato de quinteto acústico, junto a Luis Mario intervienen en el disco Hilario Durán en el piano, Francisco «Paco» Luviano como bajista y en los coros; Luis Orbegoso desde el drum, los timbales, el cajón y también en coros; el percusionista Jorge Luis Torres «Papiosco» y el pianista santiaguero David Virelles como invitado especial en ese clásico de la trova cubana que es Perla marina, original de Sindo Garay, en mi opinión uno de los instantes de mayor brillantez artística a lo largo de los nueve cortes que conforman la grabación, tanto por el canto de Ochoa como por la parte armónica del piano.
Puesto en el mercado a través del sello independiente Cuban Music Productions, en el álbum hay una alternancia entre versiones de temas harto conocidos y algunos acreditados a la autoría de Luis Mario Ochoa. Igualmente nos topamos con un fluido intercambio entre pasajes instrumentales y los cantados. Quizá, semejante mezcla al concebir el repertorio del CD resulte una de las causas que originen al escucharlo la grata sensación de que el trabajo suena a la vez tradicional y moderno, sin excesos en ningún sentido.
En conjunto, los cortes El carbonero, Un habanero en Brasil, Siboney, Momentos cubanos, Y deja, Si la rumba va a empezar, Perla marina, Simbiosis y Flor de la canela transmiten la maestría de un quinteto de instrumentistas que saben lo que quieren y que, por tanto, no intentan sobresalir uno por encima del otro, sino todo lo contrario. En gran medida, por ese respeto mutuo que se siente entre los integrantes del colectivo cuando a uno de ellos le corresponde asumir papel protagónico mediante un solo, en el álbum se respira una singular atmósfera de complicidad e intimidad.
Representativo de lo cubano y con pinceladas de lo brasileño y lo peruano, este disco de Luis Mario Ochoa deviene perfecto ejemplo para abordar cómo se producen en el presente los procesos de nacionalización de lo global y globalización de lo nacional y, en lo personal, me hace evocar una idea expresada por el cantautor villaclareño Julio Fowler, quien en una entrevista concedida a Carlos Olivares Baró aseguraba que la música cubana del futuro cercano, lo más probable es que tienda a ser, entre otras cosas, transnacional, multicultural y cosmopolita, opinión que comparto.