Los que soñamos por la oreja
Por el poblado de Casa Blanca/ y en una loma frente al Malecón/ se alza el Cristo de La Habana/ hijo postizo de la religión.
Siempre al acecho de la bahía/ que contamina su respiración/ blanco de alguna fotografía/ futuro centro de recreación.
Mi canto no recogerá/ la pena, el quejo y el dolor/ de su figura celestial/ mirando todo lo que pasa/ bajo las faldas de esta capital.
Se acabó el siglo y sigue parado/ nada podrá contra su posición/ tampoco ha sido crucificado/ ni adorna el cementerio de Colón.
Mi canto no recogerá/ la pena, el quejo y el dolor/ de su figura celestial/ mirando todo lo que pasa/ bajo las faldas de esta capital.
Por el poblado de Casa Blanca/ y en una loma frente al Malecón/ se alza el Cristo de la Habana/ futuro centro de recreación.
Lo anterior es el texto de la canción El Cristo de La Habana, uno de los temas de mayor popularidad de los firmados por Erick Sánchez. Si alguien me pidiese definir a este juglar, confieso que no tendría que pensar mucho para expresar que él resulta un trovador muy auténtico y dueño de una poética heredera de los postulados ideoestéticos de los años 80.
Su cancionística es vivo ejemplo de la dosis de rebeldía que generalmente ha tipificado al arte de nuestro país. Así, con el quehacer de figuras como Erick Sánchez, de nuevo la canción se hace contingente y comienza un paulatino proceso de recuperación de una visión sociológica.
Temas suyos como Esperar, Cuando aparezca el petróleo (pieza que fantasea con la solución a los problemas de Cuba el día en que brote oro negro frente a nuestras costas), No quiero que toquen en mi puerta (visión rebelde del entorno, desde la voz de un personaje marginal y también marginado de procesos sociales colectivos) y Mi amigo el ingeniero, (composición en la que se plasman las contradicciones entre sueños y realidad, entre ideales sociales y pautas económicas, al describir sin tapujos las diferencias sociales hoy existentes en el sistema sociopolítico en Cuba, son temas que asumen un carácter problémico, recogen el sentimiento colectivo de buena parte de la sociedad y lo codifican en versos cantados, cuyos receptores están en complicidad con el mensaje.
Aunque la anterior ha sido la tónica del trabajo de este trovador, su primer disco, Casa de cristal, no transmite ese espíritu de preocupación sociológica al que me he referido. Para su ópera prima, Sánchez prefirió agrupar varias de sus canciones más reposadas y dedicadas, en muchos casos, al tema de la relación de pareja, claro que desde la perspectiva de nuestros días.
Aparecen aquí temas conocidos por los seguidores del cantautor, como son los casos de Niurka y Salima, Talismán (pieza que recibiera uno de los premios en una emisión del concurso Adolfo Guzmán), El Cristo de La Habana y la que da nombre al fonograma, es decir, Casa de cristal, recordada por haber sido el tema de un otrora muy popular programa radial nocturno y del que reproduzco un fragmento:
Cuando la sombra de mi cuerpo/ deje de caminar detrás de mí/ cuando no quede nada/ yo estaré aquí/ tratando de salir a flote/ dibujaré canciones en el mar/ y amansaré los peces/ con solo mirar.
Y te abriré mi casa de cristal/ donde se transparenta el amor/ y nacerá la ciudad/ cuando la luna llena vuelva a brillar.
A veces cuando siento miedo/ me leo cuentos del Decamerón/ reviso la ventana y paro el sillón/ no entiendo mucho de miradas/ tan solo unas palabras en inglés/ I see you later woman/ al anochecer.
Otras piezas incluidas en la propuesta de Sánchez y que resultase nominada al Premio Cubadisco durante la emisión de 2013, son Laura, Poco arte y mucha misa, La torpeza de mirar, La bruja burbuja, Amor en voz baja, Cecilia y Una vida pecadora.
Con arreglos funcionales y que respetan la esencia de cada una de las composiciones recogidas en el álbum, este es un CD de grata escucha, más allá de que yo hubiese preferido que el primer disco de Erick Sánchez hubiese sido un poco más picante en su decir, a tono con lo que él siempre ha hecho como trovador.