Los que soñamos por la oreja
Hay grupos que uno admira de manera especial por la tenacidad que han demostrado en su quehacer durante años. En semejante condición tengo a las bandas santaclareñas Blinder y Eskoria, agrupaciones que ya llevan más de una década sobre los escenarios para el disfrute de los moradores de su ciudad natal, una urbe que mucho le ha aportado a la causa del rock entre nosotros.
En el caso de Blinder, el colectivo surgió como la continuidad de otro recordado proyecto denominado Medium. Bajo la batuta del vocalista Eric Doménech García, en una larga etapa el ensamble trabajó con el empleo de máquinas de ritmo, loops, teclados programados y pasajes secuenciados, sobre los cuales el cantante, el guitarrista y el bajista armaban la propuesta.
En su más reciente material grabado y que lleva por título Cultura del miedo, se brinda continuidad a lo expuesto por ellos en sus dos anteriores producciones, Transhumanos y Opción cero, comentadas en su momento en esta misma sección. En la nueva grabación, que tiene alrededor de un año de haber sido realizada, el piquete villaclareño prosigue en la intención de hibridar el death metal con pasajes industriales, tendencia ya visible en el repertorio recogido en Opción cero. A lo anterior, uno percibe que ahora también echan mano a la utilización de determinados elementos melódicos, muy bien diseñados por los integrantes de la banda.
La incorporación de un nuevo guitarrista a la agrupación, Yoandry Prieto, con experiencia previa en el ensamble denominado Cry Out For, le impregna otros aires al trabajo del instrumento de las seis cuerdas, en el que en la actualidad se distingue mayor presencia del estilo procedente del llamado metal europeo. Ello se nota no solo en los pasajes solistas de la guitarra sino además en la concepción de los riffs.
Así, las piezas Mundo convulso, Ciega vida, Autorrepresión y la que da nombre al material, es decir, Cultura del miedo, son cortes que harán las delicias de los amantes cubanos del metal extremo. Lamento, eso sí, que nuevamente la banda haya tenido que emplear la programación de la batería, dada la imposibilidad en una ciudad como Santa Clara de contar con un estudio en el que registrar en tiempo real los sonidos de dicho instrumento. Esta deficiencia a la que apunto en un trabajo como el plasmado en Cultura del miedo, Blinder la resuelve en sus conciertos en vivo, en los que en la actualidad sí se presentan con un baterista y que elimina la frialdad mecánica que implica la programación por más bien hecha que esté, como ha sido por lo general con el grupo encabezado por el vocalista Eric Doménech García.
También desde tierras santaclareñas me han hecho llegar el más reciente material editado por Eskoria, banda formada allá por 1994 y que siempre ha tenido como líder y figura frontal a William Fabián. Si unos artistas en Cuba simbolizan la popularidad local que se puede registrar, al margen de no ser favorecidos por los canales diseñados para la promoción de la obra musical en nuestro contexto, pienso que esos serían los miembros de esta agrupación, un ensamble de culto en la capital villaclareña.
Sus conciertos, de lo más anárquico que uno se llegue a imaginar, son una fiesta donde la alegría e irreverencia ponen a tope la adrenalina, gracias a la interpretación de un repertorio en el que sobresalen piezas como No te metas en mi vida, Cadillac y Chispa ‘e Tren, el tema de mayor cercanía a lo que sería un clásico del reducido movimiento punk cubano.
Con dos fonogramas previos, Puta vida, editado en 1995; y Al fin, por fin, registrado en 2003, en meses recientes ellos han puesto en circulación una tercera grabación, que no debe considerarse como algo nuevo con todas las de la ley, porque se trata de una compilación de ocho de los 11 temas incluidos en el CD de 2003. En cualquier caso, este puñado de canciones armadas con armonías elementales, ritmos pegajosos, textos simples y rebeldes, en los que el relajo reina por doquier, deviene una señal para la fanaticada de que Eskoria sigue ahí, vivitos y coleando.
Así pues, felicidades a Eric Doménech García y William Fabián, un par de empecinados en defender sus sueños contra viento y marea.