Los que soñamos por la oreja
Con este nuevo disco, el Caballero del Son pondrá a bailar nuevamente a los cubanos. No soy un individuo propenso al baile, más bien creo que clasifico en la categoría de «patón» y ni tan siquiera puedo afirmar que consuma mucha música destinada a mover los pies. No obstante esa condición, siempre he sabido apreciar lo bueno que en tal sentido se factura, y por ello, entre los músicos cubanos por los que experimento mayor respeto, figura Adalberto Álvarez.
Aunque hay quienes piensan en él a partir de que en 1979 publicara el disco A Bayamo en coche, un álbum que ha resistido la prueba del tiempo y a casi 30 años de editado mantiene absoluta vigencia, la historia de Álvarez como singular compositor y arreglista se inicia cuando el Conjunto Rumbavana monta varias de sus piezas, por ejemplo Sobre un tema triste, Realidad y solución y el título más conocido de aquel momento iniciático, El son de Adalberto.
En semanas recientes, se presentó en la Casa de la Amistad el nuevo fonograma de este creador que, dueño de una formación académica, ha dedicado toda su vida a preservar nuestra más rica tradición sonera. El CD Gozando en La Habana sale al mercado a través del sello Bis Music, compañía editora de los últimos álbumes de Adalberto (Para bailar casino, en 2003, y Mi linda habanera, en 2005). En el trabajo correspondiente al 2008, encontramos diez temas de clara orientación bailable y que hacen un recorrido por varios géneros de la música cubana. Del repertorio registrado en la grabación, ocho pertenecen a la rúbrica del propio Álvarez, uno se acredita a Benigno Echemendía y otro corresponde a la autoría del violinista Dagoberto González Piedra.
Como que no soy lo que se dice un experto en este tipo de música, antes de sentarme a escribir el presente texto, me fui a casa de una amiga que sí lleva el baile impregnado en todo el cuerpo y que es, como se dice en buen cubano, una tremenda «gozadora». Después de escuchar íntegro el CD y de intentar que yo tirase con ella uno que otro pasillito, me resumió su opinión sobre el álbum en los siguientes términos: lo mejor que tiene es la cadencia montunera que se respira en el disco y que inevitablemente te empuja a bailar.
Creo que lo antes expresado se ejemplifica muy bien en el corte Camina y prende el fogón, magnífica versión sobre ese clásico de Benigno Echemendía y que me resulta uno de los momentos cumbres del fonograma, donde Adalberto persiste en la utilización de los signos característicos de su quehacer. Así, por una parte sentimos la permanente presencia del énfasis de lo bailable, con ecos de Arsenio Rodríguez y de Chapottín en las orquestaciones, así como de Lilí Martínez en el desempeño pianístico; y por otra, ahí está la huella de la trova tradicional, en especial de figuras como Manuel Corona y Sindo Garay.
Pero lo atractivo de Adalberto viene dado en que él no solo maneja los elementos antes acotados, sino que a ellos agrega, de forma sutil pero perceptible al oído entrenado, figuraciones del jazz latino y pinceladas de la salsa neoyorquina y hasta de cierto aire timbero, coctel que lo ha llevado a ser uno de nuestros compositores vivos más versionados fuera de las fronteras cubanas, tal vez porque resuelve como nadie la dicotomía de hacer música que sirva tanto para bailar como para escuchar.
Entre los temas que recomiendo no perderse en Gozando... están Hasta aquí llegó este amor, un bolero-son que evoca el sonido Chapottín; Aprende muchacho, suerte de tributo de Dagoberto González a la Orquesta Aragón; Amor de mentira, La manía de Caridad y Si no vas a bailar, tres deliciosas guarachas con destaque para los cantantes; y ese popurrí que hace revivir memorables piezas como Son para un sonero y El son...
En una evaluación general del nuevo disco del llamado Caballero del Son hay que decir que él sabe muy bien lo que se trae entre manos, y consigue traer a nuestros días los secretos de la tradición, pero reelaborados para que no sean vistos como cosa antigua o pasada de moda sino en plena sintonía con el ambiente sonoro vivido por estos días. De ahí que Gozando en La Habana resulte, como fonograma, una propuesta sumamente recomendable.