Los que soñamos por la oreja
Los espirituanos Luci y Yassel, integrantes de Aire y Madera. El sábado 17 de mayo fue uno de esos días en los que uno siente que Ciudad de La Habana es una urbe en plena efervescencia, donde por encima de las dificultades materiales prevalece un universo enriquecedor para el espíritu, de tanta importancia para aquellos que creemos que no solo de pan vive el hombre.
A las seis de la tarde de ese día, el Centro Hispanoamericano de Cultura abrió sus puertas para celebrar el primer aniversario del proyecto Verdadero complot, espacio con miras a promover el quehacer de jóvenes trovadores. Para la ocasión se presentó un disco de limitada circulación en cuanto a la cantidad de ejemplares producidos, pero de profundo significado cultural. El CD recoge una muestra de cada uno de los cantautores que han desfilado por aquel escenario durante los últimos 12 meses.
Pensé que la sala estaría colmada de público, sobre todo de trovadores que fueron protagonistas de anteriores funciones, mas no fue así. Lástima porque los que no asistieron se perdieron uno de los mejores conciertos entre los que se han brindado en este ciclo, un espectáculo a cargo del dúo nombrado Aire y Madera. Conformado por Lucimila Rodríguez y Yassel López, un par de muchachos procedentes de Sancti Spíritus y quienes, pese a su juventud, evidencian en su proyección artística una madurez que quisieran muchos de mayor edad.
Uno de los principales aciertos del trabajo de Aire y Madera está en la forma en que manifiestan sus inquietudes a la hora de mirar la cultura universal en materia de música y donde las ansias de modernidad, la búsqueda de raíz nacional y el exotismo se integran en una singular alquimia. Cuando en temas como Un bolero más o Suelo, Yassel y Luci unen elementos del jazz y de la música popular urbana, desde un trasfondo en el que el filin y la trova espirituana no dejan de estar presentes, lo cubano se concibe como espacio mediador de apropiación creadora de lo universal, como relación y no como sustancia.
Al término del concierto de Aire y Madera (Yassel es un guitarrista en la línea de un Martín Rojas, mientras que Lucimila, una cantante en la cuerda de una Gema Corredera), no sabía a dónde dirigirme pues varias propuestas centraban mi atención. En el Karl Marx estaba la función destinada a la entrega de los Premios Cubadisco.
Me quedaba una segunda opción entre las que me interesaban esa noche, un concierto de William Vivanco en los Jardines de la Tropical. Era la propuesta más lejana a mi domicilio, pero en especial la que me atraía cubrir profesionalmente porque estaba consciente de que mis colegas de la prensa y el público en general escogerían como destino el Karl Marx o el Astral, así que P14 mediante llegué hasta los Jardines. La función se promocionó como parte de las actividades del Cubadisco 2008.
Cuando me presenté ante el portero que daba acceso al área del espectáculo y le mostré mi credencial del evento, así como el carné de prensa facilitado por el MINCULT para el desempeño de mis funciones como reportero en actividades como esta, atentamente me orientó dirigirme a una compañera que se identificó como la Directora de aquel espacio y que de forma bastante alterada, me expresó que lo que yo le mostraba y explicaba no servía de nada, pues tanto aquel sitio como las funciones dadas allí eran «solo para ganar dinero». Es una pena que todavía existan funcionarios al frente de instituciones que se supone tienen un perfil cultural y que, sin embargo, son administradas como si fuesen un puesto de fritas. Aunque entré al concierto después de pagar los 40 pesos que costó mi entrada y la de mi acompañante, y disfruté como el que más, la noche fue empañada por el proceder mercantilista de la compañera de marras.