Los que soñamos por la oreja
Más de una vez he afirmado que siempre que escucho cantar a Diego Cano, ello resulta una fiesta para mis oídos. Con él, estamos en presencia de una de las mejores voces del país, no solo de la trova, con potencialidades increíbles, gran coloratura de voz y un excelente registro. Es una pena que en algunos momentos del pasado, Diego no se concentrara del todo en su quehacer como cantautor y no se tomara muy en serio las posibilidades que ha tenido como creador. En parte lo comprendo porque nada es comparable con el hecho de vivir a plenitud y disfrutar de las buenas cosas que nos brinda la existencia, pero ello cuando se hace a tope, a veces no resulta compatible con los cuidados que debe mantener un artista para preservarse.
En varios eventos, he disfrutado de memorables noches de descargas en las que Cano se ha prodigado de lo lindo, lo cual ha originado que al llegar el día en que le tocaba presentarse oficialmente, ya sus cuerdas vocales estuvieron resentidas. Y ahí se ha producido la magia: cuando todo el mundo ha pensado que dado su nivel de afectación a consecuencia del sereno de las madrugadas y las sabrosas canturías, le sería imposible actuar, él ha sacado un extra de vaya a saber qué recóndito sitio de su garganta y ha realizado una función de esas como para no olvidarla, con la fuerza de que hace gala cada vez que sube a los escenarios.
Nacido el 26 de diciembre de 1970, Diego Cano Eleaga posee una formación autodidacta. Quienes a inicios de los 90 eran asiduos al patio de la entonces Casa del Joven Creador en la Avenida del Puerto, quizá le recuerden como uno de los tertulianos de aquellas jornadas. Cuando en 1992 la AHS celebró por primera vez el evento denominado Los días de la música, Diego estuvo entre los participantes del certamen y a partir de entonces, pasa a ser miembro de la citada organización de jóvenes artistas e intelectuales cubanos. Después vendría un intenso peregrinaje por diversas plazas de todo el país y numerosas actuaciones en los predios habaneros. En esa etapa, en compañía del también cantautor José Luis Medina, se involucra en la idea de armar una banda de respaldo para el trabajo de ambos. Tras mucho insistir en el proyecto y dadas las dificultades para concretarlo, Diego retorna a acompañarse por la guitarra, aunque nunca ha renunciado a presentarse con el apoyo de otros músicos.
He asistido a varios de los conciertos que a lo largo de estos años el cantautor ha ofrecido en sitios como la Casa de las Américas o el Centro Pablo, lugar en el que ha sido protagonista en dos ocasiones del espacio A guitarra limpia, presentaciones recogidas en un casete y un disco. Al publicarse por la EGREM la Antología de la Nueva Trova, en su cuarto volumen se incluyen un par de temas de Cano: Maureen y Sé que buscas fe. Igualmente, su voz está registrada en las antologías I y V del ciclo A guitarra limpia, así como en el álbum Felicidades trovador, un homenaje a Augusto Blanca. En cuanto a la promoción internacional de la obra de Diego, entre otros lugares él se ha presentado en escenarios de Guatemala, Ecuador y Suecia.
Una de las cosas que hay que elogiarle es que no solo se ha dedicado a interpretar sus composiciones sino que ha puesto su voz al servicio de los temas de otros trovadores. Lo recuerdo haciendo dúo con el matancero Ernesto Pita en una pieza de este último o con Juan Carlos Pérez, con quien ha hecho una memorable versión del tema de Juan Carlos denominado Mundo bajo. Del repertorio propio de Cano, puedo recomendar títulos como Rosi, Ojos de pradera, Tiempos de deshojarse, Equilibrio, La mitad de cada parte, Vueltas de reloj, Vamos, Volver a empezar, Sandra, Señales y Cambiar el viento.
Cantautor que puede moverse con idéntica facilidad a través de melodías signadas por la fuerza del rock o por otras de realzado lirismo, Diego Cano es un artista que está listo para empeños mayores. Ojalá que las enormes potencialidades que tiene este peso pesado de la canción cubana contemporánea resulten canalizadas de la mejor forma posible, tanto para él como para los que gustamos de su quehacer musical.