Los que soñamos por la oreja
Hace unas semanas expresé desde estas páginas que todo apuntaba a que en los meses de julio y agosto, los amantes de la música disfrutaríamos de una amplia programación. Hasta ahora, el vaticinio se ha cumplido con creces e incluso, ya se han producido algunas sorpresas. Entre esas actuaciones imprevistas al iniciarse la temporada, hay que mencionar las dos presentaciones de Boris Larramendi el lunes 23 y el viernes 27 de julio en el anfiteatro del parque Almendares.
La primera de ellas fue como parte de la peña que Frank Delgado lleva a cabo en las noches de los lunes para el beneplácito de quienes gustamos de los decires de alguien acompañado por su guitarra. Por el espacio ya han pasado, entre otras figuras, creadores como Ray Fernández, José Luis Estrada (ex Cachivache), William Vivanco, Santiago Feliú, Leonardo García... La actuación de Boris el día 23 constituyó un anticipo de lo que haría el 27 durante más de dos horas.
He ido en incontables ocasiones al anfiteatro del Almendares. Recuerdo cuando a finales de los 70, allí se iniciaban en la vida musical los cantautores que integraron la segunda generación de la Nueva Trova. Después, en los 80, el sitio sería lugar de encuentro a propósito de la peña de Mayohuacán y así sucesivamente, pasando por la larga temporada que en el lugar mantuviese Gerardo Alfonso. Por mi condición de asiduo visitante a la instalación, puedo asegurar que una de las mayores concurrencias registradas en el anfiteatro fue la que se produjo en el reciente concierto de Larramendi, algo significativo si se piensa en la escasa promoción que se hizo de la función.
Fue hermoso ser testigo de un espectáculo que logró aglutinar entre los asistentes a gentes de varias generaciones, por igual identificada con la propuesta estética de Boris. Entre quienes concurrieron a la función, además del mencionado Frank Delgado, andaban figuras como Pablo Menéndez, Santiago Feliú, Descemer Bueno, Alejandro Frómeta (el ex Superávit promete dar un concierto en la actual temporada), Kelvis Ochoa y el productor argentino español Alejo Stivel.
De alguna manera, la presentación puede verse como una oportunidad en la que Larramendi hizo un recuento de buena parte de su obra, es decir, las canciones que montase con el grupo Debajo en el primer quinquenio de los 90, las incluidas en el disco Habana Oculta, las hechas luego como integrante de Habana Abierta, así como las que salieron a su nombre en el álbum Yo no tengo la culpa, y las que ahora está grabando para una futura producción discográfica en solitario. En ese repaso, que permitió tener de conjunto una visión de lo realizado a lo largo de su carrera, se excluyeron muestras de las canciones que trabajase en un período con Nadia Nicola y que ya el cantautor ha retirado de su repertorio activo.
La función, devenida una fiesta para los asistentes, demostró que solo con una guitarra y un eventual respaldo de un cajón (ejecutado por Roberto Carcassés), Boris es capaz de poner a guarachar de lo lindo a todo el personal que colmó el anfiteatro y que, menos en el caso de las piezas que eran estrenos, reconocía cada tema desde los acordes iniciales y en singular apoyatura coral, en unísono con el creador cantaba verso a verso las estrofas de sus composiciones. Dadas las peculiaridades del mercado discográfico en Cuba, en el que de forma oficial no se distribuyen álbumes como aquellos en los que Larramendi ha intervenido, su profusa circulación entre nosotros se produce a través de copias quemadas y que se mueven con asombrosa velocidad entre un circuito de melómanos, caracterizados por una alta eficiencia (digna de ser estudiada e imitada) a la hora de promover internamente la música de su interés.
El concierto ratificó a Boris como un compositor en el que el rock de inspiración latina y aproximación «callejera» desempeña un rol preponderante. En sus nuevas piezas, los ritmos cubanos se perciben todo el tiempo, en perfecta unión con los aires roqueros a que nos acostumbrase desde sus ya lejanos trabajos con la memorable banda Estado de Ánimo. Ahora solo queda esperar porque el disco que prepara, sea pronto concluido para que entonces, programas como el Nero y los quemadores hagan lo suyo.