Lecturas
Desconoce este escribidor cómo sería la cosa, pero imagina que antes de la década de los 50 del pasado siglo no resultaría nada fácil localizar una dirección en el territorio que se extiende al oeste del río Almendares y que era entonces un municipio único, Marianao.
Pongamos solo un ejemplo y no precisamente de los más complicados. La actual calle 42 llevaba el nombre de López Serrano entre las avenidas Primera y Quinta. A partir de ahí y hasta la calle 17 era la avenida Almendares, y se llamaba calle 12 entre la 17 y la avenida 41. La situación se complicaba cuando se avanzaba hacia el oeste por el Marianao antiguo y los nuevos repartos que crecieron a su alrededor.
En 1953 Marianao era ya el segundo municipio del país, por encima de las capitales provinciales. Ningún territorio habanero creció durante la República tanto como ese. Desde Almendares y Buenavista, fomentados en 1904, hasta el Balcón de la Lisa, 50 años después. Entre una fecha y otra surgieron —y cito sin atenerme a un orden cronológico— urbanizaciones como las del Country Club, Barandilla, La Coronela, La Sierra, Ampliación de Almendares, Miramar, Querejeta, Alturas de Miramar, Kohly, Náutico, Flores, Alturas de Belén y Pogolotti. También Finlay, Buen Retiro, Santa Felicia, Coco Solo. Zamora, San Rafael, Versalles, San Agustín, El Bosque, Alturas del Bosque…
Las manzanas de Miramar miden cien metros por las avenidas y 200 metros por las calles. Solo la Quinta Avenida mantenía una homogeneidad desde la salida del actual túnel de Calzada hasta la rotonda del Havana Yacht Club, actual círculo social obrero Julio Antonio Mella. Los otros ejes principales del municipio eran las avenidas 31, 41 y 51, que atravesaban el territorio de este a oeste con numerosas inflexiones.
Dentro de esa red principal se fomentaron las urbanizaciones ya apuntadas. Se diseñaban según la superficie de las fincas rústicas donde se asentaban y con las cuadrículas que más convenían a los intereses de los parceladores, me dice el profesor José Salom Compañy, un economista de la Construcción que participó en la rotulación de las calles, avenidas y casas de Marianao y que debe ser de los pocos sobrevivientes de esa empresa.
Añade el profesor Salom que desde la calle 36 hasta la 60, donde, por la finca rústica de Monte Barreto, se interrumpían las parcelaciones hasta la calle 84, desde el mar hasta la avenida Novena, existían seis parcelaciones distintas como el Residencial Miramar, entre las avenidas Primera y Quinta y las calles 36 y 42; y Ampliación del Reparto Miramar, entre Quinta y Séptima y 36 y 42. La Sierra ocupaba un polígono irregular entre 22 y 42 y Novena y 31, y sus parcelas se orientaban en un ángulo de 45 grados aproximados con relación a la Quinta Avenida. Le seguía el reparto Almendares, con igual cuadrícula, hasta la calle 60…
La empresa telefónica y la llamada Compañía Cubana de Electricidad tenían especial interés en ordenar la numeración de las calles y las casas de Marianao a fin de facilitar el control de la clientela y agilizar las tareas de facturación y cobro. Fue precisamente el subadministrador de la empresa eléctrica en el municipio quien asumió la presidencia de la Comisión Local Urbana que, a instancias del municipio marianense, promovió y dirigió la numeración de las avenidas, calles y casas. Formaban parte de ese grupo representantes de la Cuban Telephone Company, así como de la Alcaldía de Marianao, ocupada entonces por Francisco Orúe González, un batistiano que respondía por el sobrenombre de «el Cabito».
La nueva urbanización consideró como avenidas a todas las arterias que corrían de este a oeste, paralelas al mar. Se les adjudicaron números impares. Las vías orientadas de norte a sur, transversales a las avenidas, resultaron calles y se les otorgaron números pares. En algunos lugares, dada la irregularidad de las urbanizaciones, hubo que añadir letras a los números que identificaban calles y avenidas. A las casas y los solares se les numeró a partir de los dígitos de la entrecalle y se añadió un número consecutivo que correspondía a la parcela. El empeño partió, comenta el profesor Salom, de la numeración de las vías del Reparto Miramar, que comenzaba en la calle 0 y llegaba hasta la 36, en dirección este-oeste, y desde la avenida Primera hasta la avenida Novena en dirección norte-sur. Esa numeración no fue alterada.
La nomenclatura de las calles va de menor a mayor partiendo de la desembocadura del río Almendares. Las de las avenidas va también de menor a mayor desde la línea de la costa.
Hasta ese momento el nombre o número de las calles se inscribía en una placa elaborada en hierro fundido y posteriormente en calamina, que se adosaba a la pared de edificaciones situadas en las esquinas. El número de las viviendas estaba impreso asimismo en una placa. Esa solución se hacía inoperante en los nuevos repartos donde las regulaciones urbanísticas establecían que el área verde del parterre, la acera y el jardín alejaran la edificación unos cinco metros de la calle. En el Marianao antiguo la placa que indicaba el nombre o la numeración de las vías podía mantenerse adosada a las edificaciones. En las nuevas urbanizaciones se colocaron hitos prefabricados de terrazo en los parterres de las esquinas, sistema ya usado, en la década de los 30, en el Vedado y la Víbora. Así también lo hizo la Asociación de Propietarios y Vecinos del Reparto Miramar. Se decidió al fin que las señalizaciones en la nueva rotulación fueran elementos prefabricados de terrazo, con granulado de mármol crema de Sagua, aglomerado con cemento blanco y pulimentado después de grabar en su superficie los números correspondientes, rellenados (los números) con polvo de mármol negro de Pinar del Río, aglomerado con cemento blanco teñido con polvo negro.
En esa fecha, la única empresa en Cuba capaz de acometer dichas señales eran los Talleres Ornacem S.A., especializados en elementos ornamentales prefabricados de mortero de cemento, terrazo y yeso. Y es aquí donde el profesor Salom Compañy, que me suministró toda esta información, se vincula al proyecto de rotulación de las calles del antiguo municipio de Marianao. El padre de Salom era uno de los propietarios de Ornacem y él se desempeñaba como el administrador de los talleres. De inmediato se puso en contacto con la Dirección de Construcciones del Municipio y de allí lo remitieron a la Comisión de Rotulación, que aceptó la propuesta. Ya para ese entonces Ornacem mantenía relaciones de trabajo con el Ayuntamiento de Marianao: le ejecutaba el mobiliario urbano —bancos de terrazo, lozas de mortero para pisos, jardineras, farolas y otros elementos prefabricados— para los numerosos parques que se construyeron en la época en el territorio.
No me extenderé en el relato del diseño de los hitos y su fabricación. Añadiré solo que su elaboración y colocación se organizó por medio de croquis que mostraban las cuatro esquinas de la intersección de las calles, señalaban los números de las vías y marcaban las dos esquinas donde se colocarían. El presidente de la Comisión confeccionaba personalmente esos croquis en original y dos copias. La primera quedaba en las oficinas de la Comisión; el original y la segunda copia se remitían a Ornacem. Una vez colocados los hitos, la empresa constructora adjuntaba el original a la factura que pasaba a la Comisión y con ese original en la mano un grupo de inspectores verificaba si el hito había sido puesto o no, sus condiciones y si su ubicación era la correcta.
Aun así, dice el profesor Salom y ríe con toda su risa, algunas chapuzas se advierten en el trabajo. Como en el caso de la calle 30, que entre las avenidas Primera y 31 atraviesa las avenidas Tercera, Quinta y Séptima, pero al llegar a Novena, donde tiene lugar el encuentro de los repartos Miramar y La Sierra, la esquina nordeste es avenida Novena y calle 30, en tanto que la esquina sudoeste es 17 y 30.
Anotemos ahora una curiosidad que aporta mi interlocutor. La calle 10 hace en la avenida Novena una inflexión de unos 45 grados; es el encuentro de los repartos Miramar y Alturas de Miramar. Continúa entonces como Avenida 41, General Lázaro Cárdenas. Como identificación, se construyeron unos hitos rectangulares que en su parte superior llevan el rótulo de Ave. 41 y en la parte inferior muestran el nombre del ilustre militar y político mexicano. Es el único caso en el antiguo municipio de Marianao que se denominó con un nombre una calle o avenida, aunque se respetó el número para no romper la estructura del proyecto.
En las conversaciones iniciales entre el profesor Salom y la Comisión para la numeración y rotulación de avenidas, calles y locales, no pudo precisarse de entrada cuántos hitos sería necesario confeccionar. Se habló de una cantidad tentativa. Se realizarían entre 2 500 y 3 000 unidades al precio de 25 pesos cada una; cifra esta a la que el fabricante rebajó un 20 por ciento, cinco pesos. Disminución, en la época, nada despreciable para el cliente, y manejable por parte de los productores, dado el volumen de piezas que se debían ejecutar.
Precisa Salom Compañy: «La colocación de los hitos se organizaba semanalmente. Cuando una cuadrilla de obreros de Ornacem S.A., dirigida por Felicindo Cid, encargado general de los talleres, se trasladaba en uno o dos camiones plancha, con los hitos que se debían colocar, los materiales y las herramientas necesarias para su labor. Digamos, el mortero imprescindible para asentar los hitos se preparaba en seco y se envasaba en sacos para su traslado. Se llevaban bidones con agua para preparar el mortero en el lugar…».
El día anterior, Salom y Felicindo recorrían las áreas donde se colocarían los hitos y comprobaban que los sitios estuvieses libres de inconvenientes.
Recuerda Salom que el primer hito se emplazó en la esquina de la avenida Primera y calle 80, y que la primera casa numerada fue la 8002.
La rotulación del territorio del antiguo municipio de Marianao demoró tres años en total a partir de 1954 y lo convirtió, dice Rolando J. Rensoli en su libro La Habana, ciudad azul, en un lugar «moderno y grandioso».
Transcurrieron más de cinco décadas desde entonces y esos hitos, a pesar del tiempo, los accidentes, el vandalismo y la negligencia, siguen marcando el camino.