Inter-nos
Nada nuevo bajo el sol en Estados Unidos, pero se actualiza la información sobre un hecho que indica a las claras el contubernio que en su momento advirtió el presidente Dwight Eisenhower, al cual etiquetó como el complejo militar-industrial, con un reparto protagónico ampliado en este nuevo siglo bajo el título de complejo militar-industrial-mediático.
Sin más disquisiciones, se trata de un reporte dado a conocer hace pocos días por Citizens for Responsability and Ethics de Washington y la Brave New Foundation, cuando encontraron que 76 de 108 generales de tres y de cuatro estrellas, retirados de las fuerzas armadas estadounidenses en la etapa 2009-2011, encontraron trabajo en empresas contratistas del Pentágono o como consultantes de esas corporaciones.
Simplemente da continuidad o confirma lo publicado en diciembre de 2010 por el diario Boston Globe, que entonces encontró que el 88 por ciento de los generales que se retiraron entre 2004 y 2008 hicieron idéntica vinculación.
El tema se complica y constituye un evidente conflicto de interés que viola cualquier conducta ética pública, porque esa relación comienza en la mayoría de los casos cuando son parte de la institución armada como empleados públicos que deciden sobre las estrategias, los armamentos a priorizar, los contratos a ejecutar... en fin, ejemplifican la corrupción oficial legalizada.
Muchos son los ejemplos citados con nombre y apellido, entre ellos el general James Cartwright, quien mientras servía en la Junta de Política de Defensa fue elegido para formar parte de la Junta de Directores de Raytheon, o el almirante Gary Roughead, también de esa Junta de Defensa, pero simultáneamente Northrop Grumman le pagaba 115 000 dólares al año.
El Globe citaba en 2010 al teniente general (r) William H. Campbell, quien revisó todo el sistema de información del Army antes de abandonar el servicio en el año 2000, y en el 2002 había sido empleado como vicepresidente principal de BAE Systems, uno de los más importantes abastecedores de armas y el mayor postor para el nuevo vehículo de combate terrestre. El cinismo llegó al punto de que Campbell se declaró «inocente» de conflicto de intereses porque él trabajaba en la división electrónica de BAE y no en la división de combate terrestre… Claro que esos vehículos tienen comando electrónico…
En otra modalidad del maridaje, también decenas de estos altos jefes militares empleados por las industrias del ramo se mantienen como consejeros en el Pentágono, con la consiguiente influencia e información como para incidir en los planes defensivos y de seguridad nacional, negocio sucio donde no importa comenzar una guerra, enviar a miles a matar y a morir, y hacer limpiezas étnicas o ideológicas en cualquier lugar oscuro de este sufrido planeta, porque ello engorda los bolsillos del capital.
Aquel artículo del Boston Globe había revelado también que el sistema está tan bien engrasado que generaciones sucesivas de comandantes han sido empleados por las mismas firmas o en idéntico campo de experiencia, y también se ponía ejemplo de la escabrosa maniobra: los últimos siete generales y almirantes que trabajaron como guardianes de las ventas de armas internacionales ahora ayudaban a los contratistas militares a vender armas y tecnología de defensa en el exterior.
Como es de suponer, esto pone en duda el juicio correcto e imparcial a la hora de decidir sobre la política defensiva del país, y al negocio redondo para la industria bélica, comentaba Antiwar.com, le llaman con toda razón rent-a-general, ellos son instrumentos utilísimos para abrir las puertas de los multimillonarios contratos.
Y todavía alguien se pregunta ¿por qué Estados Unidos está en guerra permanente?