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Un «círculo cerrado» de consejeros de política exterior está trabajando con Mitt Romney, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, y a juzgar por sus componentes —muchos provienen del equipo de George W. Bush, el hijo—, y por el discurso que acaba de pronunciar en el Instituto Militar de Virginia, si llega a la Casa Blanca estaría dispuesto a ejecutar una estrategia de «todas las guerras, todo el tiempo», como juzgó Matthew Rothschild, editor de la revista The Progressive.
Halcónico en sus pronunciamientos, el ex gobernador de Massachusetts, poco dado hasta ahora a los problemas externos, critica a su contendiente Barack Obama por supuestas debilidades en el campo militar y de la defensa, y se ampara en una expresión habitual del liderazgo estadounidense, no importa de que Partido sean: «Deseo afirmar que mi deber no está con mi prospecto político, sino con la seguridad de la nación». En el contexto histórico estadounidense, bien podría parodiarse la frase de alguien: «Seguridad nacional, cuantos crímenes se cometen en tu nombre».
Con la grandilocuencia propia de un discurso electoral, Romney concluyó sus palabras sobre política exterior ante el alumnado militar diciendo: «El siglo XXI puede y debe ser una centuria americana. Comenzó con terror, y guerra, y calamidad económica. Es nuestro deber conducirlo en los pasos de la libertad, y la paz, y la prosperidad. La antorcha que América (ya ustedes saben que ellos se apropian del nombre y de todo, aunque en esto se les está poniendo cada vez más difícil) porta es la de la decencia y la esperanza. Ella no es solo la antorcha de América, sino el deber de América —¡qué reiterativo, caramba!—, y el honor de llevarla lo suficientemente alto para que el mundo pueda ver su luz». Pues a ponerse a resguardo, no vaya a ser que deje ciego al planeta.
Mitt Romney reprochó a Obama no haber usado el «gran poder de América» en los acontecimientos de Bengasi, que levantaron olas de protesta en todo el Medio Oriente, Asia y África, y que dijo «eran el deliberado trabajo de terroristas que utilizan la violencia para imponer su oscura ideología a otros», y de igual forma lo acusó de que han sufrido grandemente las relaciones del Presidente de EE.UU. y el Primer Ministro de Israel, al que llamó «nuestro más estrecho aliado en la región», creándose una situación «peligrosa para la paz» en la que involucró sin tapujos a los «adversarios mutuos, especialmente Irán», del que dijo está «envalentonado» y «más cercano que nunca a una capacidad de armas nucleares».
«El Presidente ha fallado en ofrecer el apoyo tangible que nuestros socios quieren y necesitan», apuntó en la crítica al contrincante; él sí resolverá todo: «Ningún amigo de América puede cuestionar nuestro compromiso de apoyarlos. Ningún enemigo que ataque a América puede cuestionar nuestra resolución de derrotarlo», afirmó y se extendió un olor a pólvora, porque en los fallos apuntó que «la habilidad de América para influir en los eventos para lo mejor en Iraq ha sido minada por la abrupta retirada de la presencia de nuestras tropas», y agregó el conflicto en Siria, asegurando que la aliada Turquía ha sido atacada.
Superman-Romney prometió arreglar los problemas en Afganistán y Paquistán, y el puntillazo de hombre fuerte y determinado frente a un Obama, según su visión indeciso y flojo, lo llevó a tildar de «profundos y arbitrarios los recortes a nuestra defensa nacional, que pueden devastar a nuestros militares». Si toma las riendas de la Casa Blanca, le pedirá a sus aliados de la OTAN que dediquen el dos por ciento del PIB a los gastos de seguridad, lo que afirmó solo hacen tres de esas naciones.
Obviamente, desconoce la situación económica del Viejo Continente, pero se las dio de duro, porque implementaría una efectiva defensa de misiles, «no habrá flexibilidad con Vladimir Putin», y al parecer tampoco con los recientes mensajes de firmeza de China hacia la región asiática.
Y como colofón para las tareas de Romney —y dicho con toda la ínfula de dueño absoluto—, apuntó que «en nuestro propio hemisferio» enfrentará la «ideología fallida de Hugo Chávez» y de Cuba…, una aseveración de la que Capriles ha tenido prueba fehaciente.
Aquello de zapatero a tus zapatos podría aconsejársele, solo que Mitt Romney parece preferir las botas militares.