Acuse de recibo
Desde San Gregorio 114-C, en Víbora Park, municipio habanero de Arroyo Naranjo, Rolando J. Rizo Oliva denuncia el chasco que se llevó cuando en la mañana del sábado 7 de octubre, en busca de plátanos burros, recorrió el agromercado de La Palma, los puestos de viandas particulares de los alrededores y dos más en el reparto Poey, en la capital.
«Las tarimas, refiere, tenían plátanos en abundancia, pero todos adolecían del mismo mal: se veían raquíticos y tiernos. Calculo que por lo menos les faltaba un mes para cosecharlos».
Manifiesta el consumidor que de la forma que están ofertando plátanos burros, prácticamente no pueden cocinarse, pues al pelarlos una buena parte sale
adherido a la cáscara.
«¿Es por desconocimiento, negligencia o mala intención?, pregunta Rolando. Y cada lector de esta columna puede escoger su variante de respuesta y plasmarla en su comentario, en la edición web de Juventud Rebelde.
El siempre inquieto corresponsal de esta sección advierte que con el plátano no se debe quemar etapas. A ello yo le agregaría, una vez más, que la maduración precoz y precipitada de las frutas con sustancias químicas, en pos de vender más y más, es sumamente peligrosa para el consumo humano. Y lamentablemente se ha entronizado hace muchos años en el mercado, sin que nada suceda, a pesar de que Cuba tiene normativas de inocuidad alimentaria.
«El pueblo consumidor merece respeto y debe ofrecérsele productos de calidad», sentencia Rolando, y se adelanta a los hechos: «No necesito que me visiten para darme explicaciones. Respondan al periódico, y señalen las medidas tomadas con los responsables».
Y este redactor apostilla: Son tantos los culpables a lo largo y ancho del país, perpetrando tamañas violaciones o permitiéndolo impunemente, que no cabría el periódico entero para ello. ¿Podrá algún día extirparse para siempre esa agresión al consumidor? Hay malformaciones congénitas ya, y no precisamente de los plátanos burros o las frutabombas…
El pasado 9 de agosto, Andris Herrera Labañino, un cubano que reside en España, denunció aquí que donde viven sus hijos y la madre de ellos, en Avenida 71, No.11813, apto. 12, entre118 y 120, en el municipio habanero de Marianao, un hombre supuestamente trabajador de la empresa eléctrica accedió al cajón de los contadores eléctricos y sustrajo el de esa casa, que era de 220 voltios, y lo cambio por otro, sin previo aviso.
Los vecinos del edificio, decía, incluidos sus hijos, se percataron porque se les interrumpió el servicio eléctrico. Y cuando se asomaron descubrieron que se
llevaron el contador de 220 y dejaron otro que no satisfacía las necesidades de ese hogar. Sin 220 no podía utilizarse el aire acondicionado.
No ha habido aviso, refería Andris, ni siquiera tocaron la puerta para avisar sobre lo que iban a realizar. Y añadía que la madre de sus hijos había ido a las oficinas de la empresa Eléctrica en Marianao y la trataron fatal. La persona que la atendió la envio, si quería quejarse, directamente a la Directora. Y cuando me escribió Andris no habían tenido respuesta alguna.
Al respecto, responde el ingeniero Mario Castillo Salas, director general de la Empresa Eléctrica de La Habana, que la investigación realizada no pudo confirmar que el contador de marras fuera sustraído por algún trabajador de esa entidad.
Y añade que se les instaló un metrocontador de 220 voltios una vez atendido el reclamo, debido a que tienen planificado próximamente adquirir un equipo de ese voltaje.
En lo tocante, señala Castillo, tiene la queja razón en parte, y ofrece disculpas por las molestias ocasionadas. Pero en lo referente al maltrato recibido, se
realizó una búsqueda en la base de datos de la oficina comercial, y no apareció evidencia en los registros que confirmen la presencia de la madre de sus hijos en la entidad. Y este último planteamiento se declara SIN RAZÓN.