Acuse de recibo
De nada le ha sirvió a Tobia Otero Cruz (Carretera Central km. 146, Entronque de San Diego, Los Palacios, Pinar del Río) tener un poder especial ante notario para representar a José Antonio Diego Díaz, quien el 29 de noviembre de 2021 envió vía marítima desde Miami, Estados Unidos, una licuadora, un extintor, una olla reina, un microwave, un televisor, una lavadora y un freezer, con la factura CEN-211129001.
Refiere que el 24 de febrero pasado, su representado recibió llamada telefónica de la Agencia Transcargo, mediante la cual le comunicaron que los bultos estaban en el Canal Rojo; que enviara por WhatsApp al número 56979702, fotocopias del pasaje de regreso a Cuba y del pasaporte, trámite realizado sin demora.
Y al siguiente día, lo citaron para que recogiera la mercancía el 28 de ese mes en la sede de la agencia, ubicada en Avenida del Puerto, La Habana Vieja, en la capital del país.
«En la fecha y hora previstas concurrimos, afirma. Sin embargo, nunca imaginamos que tendríamos una jornada larga, agotadora y angustiosa, pues primaron el peloteo y las preguntas sin respuestas. Pero la mayor decepción fue al recibir el bulto pasadas las siete de la noche y comprobar la falta del televisor y el freezer».
La explicación que dio el almacenero fue que no estaban en el almacén, y les proporcionó los números telefónicos para mantener el contacto y conocer si aparecían. El 24 de marzo llamaron por el móvil a Tobia para preguntarle las marcas y medidas de los mencionados aparatos.
«Los intentos de comunicarme con la agencia, dice, han sido infructuosos. No responden a las llamadas, están apagados o fuera del área de cobertura. Nos consideramos víctimas del maltrato y engañados por funcionarios de una entidad en la cual mi representado depositó toda su confianza, para no caer en manos de personas que operaran al margen de las leyes cubanas», concluye.
Otro caso de extraña «desaparición» en los almacenes de una transitaria. Una cosa es que los procedimientos demoren, y otra mucho más grave, que se pierda el envío.
Sencillamente, vergonzoso. ¿Hasta cuándo?
Ya es solo un efímero recuerdo sin fijador la planta desalinizadora de agua de mar que se construyó e instaló en 2020 en Cojímar, en el municipio capitalino de La Habana del Este, con gran resonancia en los medios de prensa.
Según denuncia Domingo Caraballo Dampiel, residente en calle Real, Edificio 33, apto. 9, entre 31 y 32, en ese pintoresco barrio habanero hace más de un mes que no funciona dicha planta. En la entrada de la misma hay una reja de hierro cerrada con una cadena y un candado. Y un cartel de que la bomba del pozo está rota.
Los pobladores de Cojímar, tan beneficiados con la planta que entregaba agua desalinizada gratuita, ahora están más que «salados» con este contratiempo tan inmediato en el tiempo.
«No tenemos acceso al personal de la instalación, refiere, pues está cerrada y no podemos preguntar ni obtener alguna otra información sobre dicha situación», manifiesta Domingo.
Como mismo se les dio tanta difusión triunfal cuando se plasmó el proyecto, ahora las autoridades pertinentes debían explicar con más detalle a los pobladores la situación, y qué perspectivas hay de que dicha planta no quede apenas en un recuerdo.