Acuse de recibo
Arnoldo Expósito Ibáñez (calle Rosalía Fernández, edificio 53, apto. 2, entre Narciso López y Cervantes, reparto Zayas, ciudad de Holguín) denuncia, en nombre de los trabajadores del turismo que laboran en la playa Guardalavaca, las irregularidades e inconsecuencias que se producen en los ómnibus Transmetro que los transportan.
Señala que esas guaguas, en el trayecto hacia su destino, también recogen personas ajenas al turismo. Pero al comenzar sus recorridos, agrega, ya traen personal ajeno ocupando los asientos. Y los choferes tienen que reiterar una y mil veces a esos viajeros beneficiados que se pongan de pie y cedan el asiento a los trabajadores. Incluso, estos últimos a veces tienen que reclamar su asiento.
«Y lo mismo ocurre al regreso, refiere. Muchas personas viajan por ocio y placer y en estado de embriaguez, profiriendo palabras obscenas y echados encima de los trabajadores. También hay que parar innumerables veces para que orinen».
Precisa que muchos trabajadores que montan en el tramo desde Holguín a Guardalavaca, solo consiguen sentarse en Santa Lucía, porque les es imposible llegar al fondo de la guagua y reclamar su asiento.
«Incluso, dice, se han producido situaciones desagradables como la del pasado 2 de abril, cuando hubo que recurrir a la policía en el regreso de las 11:10 de la noche para Holguín, porque agredieron al chofer y rompieron el parabrisas. Ese día llegamos pasadas las dos de la madrugada a nuestros hogares.
«Todos los jueves se produce una reunión de Transmetro y los hoteles del polo, y se plantean estas quejas, pero hasta el momento no tienen solución, manifiesta. No estamos en desacuerdo con ayudar a la población, pero con orden y disciplina. Solo queremos que se revisen los conceptos y se cumpla con el encargo social de Transmetro que se ha erosionado con el tiempo. Quizá Transmetro nacional se pueda pronunciar al respecto», concluye.
Si bien aquí abogamos siempre porque el transporte obrero tienda una mano a los que necesitan trasladarse en el camino, también reprobamos la ingratitud y falta de consecuencia de personas «frescas» y zafias, indignas del gesto solidario que reciben.
El pasado 27 de febrero, desde Cojímar, en la capital, Victoriano Picornell denunciaba aquí «las molestias que sufrimos los vecinos de esta barriada de la capital, por los salideros de agua potable en diferentes calles de la localidad».
Señalaba que mientras el preciado líquido corre hacia el mar o forma lagunatos, otra parte de la población tiene que agenciárselas para obtener el mínimo necesario para cubrir las necesidades domésticas esenciales.
«Llevamos más de un mes reportando esta situación y la solución brilla por su ausencia», concluía.
Al respecto, responde Mariyorkis Medina Merencio, jefa del Departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, que «en aras de solucionar la queja formulada, en visita de inspección se realizó un levantamientoexhaustivo por parte de la inspectora de la Oficina Territorial, la compañera Yuniet Orian Barrios Romero, que atiende el consejo popular Cojímar, donde está ubicada la dirección de referencia.
«Y se identificaron cinco salideros de agua potable en la calle Real y dos salideros de agua potable en las calles Río y Montaña, las cuales interceptan con calle Real. Los dos últimos, por estar ubicados en puntos elevados el agua tributa a calle Real. Todos esos salideros fueron suprimidos por parte de la brigada de la Base de Acueducto Este», concluye.
Agradezco la respuesta, y ojalá se hayan suprimido definitivamente esos salideros que vierten agua potable hacia el mar. Ojalá que Picornell no tenga que volver a escribir, porque, desde 2020 hasta ahora, han sido ya tres veces que ha tenido que lanzar un S.O.S. contra tamaño despilfarro.