Acuse de recibo
El ingeniero Gonzalo Fundora Ayuso, jubilado de la Educación Superior, escribe desde Acosta 570, apto. 11, entre Mayía Rodríguez y Goss, Víbora, municipio habanero de Diez de Octubre. Y narra la historia de lo que considera «una mala decisión de una institución, y la indiferencia y falta de seriedad en repararla». Aunque, optimista aún, da la bienvenida a cualquier gestión que pueda solucionarla.
Cuenta que a fines de 2018 se instaló una nave entre ese edificio y el del no. 578, para la concentración de trabajadores por cuenta propia que venden bisutería y otros productos, quienes, «por la manera en que gestionan su negocio, producen bulla, gritos, constante parloteo…».
Explica que ello se hace más insoportable porque ese mercado funciona «a solo dos metros de las puertas y ventanas de nuestros apartamentos, lo que obliga prácticamente a vivir cerrados para conservar un mínimo de privacidad y tranquilidad».
Las quejas de los vecinos, añade, se iniciaron prácticamente desde que comenzó a funcionar ese mercado. Él fue el primero en hacerlo: envió una carta al periódico Tribuna de La Habana, «que fue publicada y contestada, de forma personal y con argumentos poco creíbles, por la Dirección Municipal de Planificación Física de Diez de Octubre».
Después, el presidente del consejo de vecinos del edificio 570, respaldado con la firma de varios vecinos, se dirigió al Gobierno y al Partido del municipio, pero sin resultados. También, en octubre de 2018, y con el apoyo del presidente del Consejo de Vecinos, Gonzalo fundamentó técnicamente una solicitud de atención al caso a la Dirección Nacional del Citma y al entonces Instituto Nacional de Planificación Física.
«Hasta ahora, dice, solo he recibido como respuesta que tales planteamientos se han tramitado, tardía y burocráticamente, a los niveles inferiores de esas instituciones. Por su parte, el Presidente del consejo de vecinos siguió la vía de Gobierno y Partido hasta nivel provincial, y es entonces que, a fines de 2020, se orienta por el Intendente del municipio, darle solución al asunto por parte de los recién nombrados directores municipales de Comercio y Planificación Física, quienes personalmente hicieron saber, al consejo de vecinos, que se modificaría y ejecutaría un nuevo diseño de la nave, con el fin de mitigar los efectos negativos de invasión a la privacidad y bullas entorpecedoras para los vecinos.
«Cuando hemos tratado de introducir este asunto mediante los tribunales, los abogados que se han consultado nos desaconsejan hacerlo, tal vez por ser algo desacostumbrado, nuevo, o que le ven pocas posibilidades, al ser un enfrentamiento a una entidad institucional. O simplemente por ser un problema que les da pocos dividendos ante las alternativas de casos con más camino trillado y habituales, como los de vivienda y laborales».
Y Gonzalo acompaña su queja con un archivo de audio grabado desde el interior de su apartamento, sobre lo que se escucha con creces.
«Ello, concluye, ayudará a comprender el agobio en que diariamente hemos estado viviendo durante más de dos años, y el porqué de todas estas gestiones que a lo largo de ese período se han hecho».
Lo primero que habría que decir de esta historia, es que la causa originaria de esta queja fue la decisión de las autoridades de situar un mercado de trabajadores por cuenta propia tan pegado a viviendas. La ubicación de los mercados, por su dinámica y concentración de público, debe estar precedida de rigurosos estudios.
Y lo segundo es que, aun cuando sea imposible trasladar el mercado, al menos las propias autoridades que lo instalaron allí, deben ser capaces de erradicar esos impactos sonoros, mediante convencimiento y reglas de respetabilidad, de conjunto con los trabajadores por cuenta propia. No «botar el sofá», como se dice en buen cubano.