Acuse de recibo
José Gerardo González Nodarse (Barrio La Curva, Minas de Matahambre, Pinar del Río) cuenta que a su nieto de cinco años que es autista, el Estado le asigna una dieta especial subsidiada cada mes: pollo, huevos y pescado, en la carnicería; arroz, maicena, pastas sin gluten y harina de maíz, en la bodega; y viandas, frutas y vegetales, en la plaza El Aguacate.
Si bien lo de la bodega y la carnicería se mantiene con precios subsidiados, en la plaza es a altos precios, como para el resto de la población.
«Se contactó con la Agricultura municipal, afirma, y dicen que ellos no pueden subsidiar los precios a esos productos, que hay que venderlos por las nuevas tarifas. ¿Cómo se explica que productos como pollo, pescado y pastas sin gluten, que el Estado importa, mantienen precios subsidiados para dietas médicas especiales, y a los de nuestra agricultura no se les pueda subsidiar?
«En las Mesas Redondas, Marino Murillo Jorge y la ministra de Finanzas y Precios explicaron que este tipo de dieta médica mantendría sus precios subsidiados. Y en el diario Granma del 14 de diciembre de 2020, se expresa: “Mantener en una primera etapa, a precios subsidiados, la nomenclatura total de productos destinados a los consumidores con dietas médicas de enfermedades crónicas de la infancia, y las dietas por embarazo, retrovirosis crónica, fórmula basal e intolerantes a la leche.
«Después de leer y analizar la Resolución 346 de 25 de noviembre de 2020 de la ministra de Finanzas y Precios, me pregunto cómo es que se puede violar. ¿Es que son independientes del Estado cubano?», concluye.
Dayany León Torres (El Marino, municipio de Manicaragua, Villa Clara) es una madre soltera con tres niñas que pide ayuda y no la encuentra en su territorio.
Tiene una hija de seis años y dos de cuatro, gemelas; y su esposo emigró a México. No percibe ingreso alguno, vive malamente de la ayuda de algún familiar y de lo que a veces le envía el padre de las criaturas. La casa es de su mamá, y está en pésimo estado constructivo. En dos habitaciones se hacinan ocho personas. Piso de tierra, paredes de tabla y techo de tejas. Con un excusado en el exterior.
«Tengo necesidad de trabajar, dice, pero en donde vivo no hay posibilidades. A pesar de mi interés en trabajar, si las hubiera, mi nivel escolar es de 12mo. grado. ¿Y quién me cuida a mis hijas? No hay círculo infantil ni ninguna otra opción que me permita incorporarme».
Refiere que ha hecho gestiones para buscar ayuda, todas sin ninguna respuesta concreta, a no ser evasivas… o no hay posibilidades. Fue a la Dirección Municipal de la Vivienda, para ver qué posibilidad de arreglar la casa o levantar una en mejores condiciones. Y le dijeron que no era posible, porque la vivienda donde habita no tiene propiedad.
Fue al Gobierno municipal, la atendió una funcionaria que, dice en su misiva, le expresó finalmente que ella nada tenía que ver con su problema.
Fue a la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social, a ver si podía recibir una ayuda hasta que pudiera encaminarse a trabajar y resolver lo del cuidado de las niñas. Y la sustituta de la directora le planteó que en su caso no procedía una chequera. Que se pusiera a trabajar.
«Como pueden ver, afirma, quiero trabajar y ser útil a la sociedad; pero necesito ayuda para encaminar una solución para mis hijas», afirma Dayany, en medio de un círculo vicioso infranqueable hasta ahora, que requiere destrabarse con una mirada sensible y diferenciada allí en su territorio. ¿Es tan imposible? Decir no, o imposible, generalmente es lo más fácil.