Acuse de recibo
Luis García Peraza pide a Etecsa que se reconsidere la decisión de suspender la reparación de los aparatos telefónicos de línea, o fijos, mientras dure el aislamiento social a consecuencia de la pandemia del coronavirus.
El señor, de 80 años, reside en Avenida de los Presidentes No. 257, entre Línea y 13, en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución, junto a su esposa de 75, convaleciente de fractura de cadera. Y el 22 de mayo pasado se les averió el micrófono del teléfono: cuando comunican con cualquier número, del lado de allá de la línea no pueden escucharles.
Y si bien los celulares e inalámbricos sí pueden ser reparados por técnicos particulares, en el caso de los teléfonos de línea o fijos, solo los atiende Etecsa.
El 22 de mayo fue a la sede de Etecsa en 25 y 32, en Plaza. Al llegar, el custodio no lo dejó pasar. Y acudió a un oficial de la Policía que se encontraba en un patrullero cercano, quien lo acompañó.
Pudo ver a una funcionaria, que le informó que una ejecutiva lo atendería. Esta fue amable y escuchó al veterano con paciencia. Consultó por su celular con un superior, y reprodujo la respuesta: «La reparación está suspendida mientras dure la pandemia y el aislamiento».
«Le señalé que Etecsa debía revaluar las consecuencias de su decisión, pues la población cubana está envejeciendo y hay numerosos ancianos solos o en parejas en sus casas, cuya única vía para pedir ayuda en caso de urgencia o accidente es el teléfono de línea. O salir gritando, si sus piernas se lo permiten», manifiesta.
Además, no todos los clientes tienen celular para comunicarse. Si no puede darse el servicio de reparación de manera general, al menos podrían reconsiderarse las excepciones de ancianos y otras personas vulnerables, siempre que se cumplan rigurosamente todos los requisitos de protección de los técnicos y los clientes.
«¿De quién es la culpa de la insensibilidad en la atención a las compras en línea; es insuficiente infraestructura o falta de profesionalidad de algunos?», pregunta Alexis Oberto Pantoja, en calle 23, biplanta 3, apartamento 3, entre 308 y 310, reparto Barbosa, Playa, La Habana.
Alexis encargó el pasado 5 de mayo una compra electrónica en la tienda de 5ta. y 42, en Playa. Y acogido a lo indicado en el sitio para la entrega a domicilio, «entre cinco y siete días», esperó diez días. Ahí comenzó la odisea… Cuatro correos electrónicos enviados a Atención al cliente de la tienda, y nunca hubo respuesta. Tres llamadas diarias al teléfono que ofrecen, y nadie responde.
«Ya hace 20 días que mantengo la zozobra sobre adónde fue a parar mi compra o mi dinero. No tengo los productos comprados ni el dinero invertido. Y lo más preocupante: sin información, con la sensación de haber sido timado». ¿Este comportamiento de ignorar los reclamos de un cliente es un estilo de trabajo? ¿Qué puede pensar el humilde trabajador que confía en la profesionalidad de los de ese sector y ve en la televisión a sus directivos hablar de esfuerzo para resarcir atrasos?
«En medio de la pandemia cada palabra que se empeñe en beneficiar al pueblo y no se cumpla en la práctica es una herida sensible a la credibilidad de la información que se ofrece.
«Más que solucionar la situación de los productos adquiridos y no entregados, propongo que se reflexione sobre lo que se dice y no se hace. Si me entregan mis productos, es un acto de justicia, pues los he adquirido con mi trabajo honesto. Si se han desaparecido, entonces me hurtaron mi dinero, y en correspondencia actuaré. Pero si no solucionan el tema de la información al cliente en tiempo y forma, entonces estaremos escribiendo una obra de teatro que hoy es comedia y mañana puede ser una tragedia», concluye Alexis.