Acuse de recibo
Hoy sigo revelando quejas sobre irregularidades en torno a la noble política del Estado cubano de subsidiar a familias vulnerables para la solución de sus problemas de vivienda.
Félix Díaz Simón (Jaime Noguera 802, entre 2da. y 3ra., reparto Bella Vista, Camaguey) refiere que a su papá, de 84 años, le aprobaron un subsidio en septiembre de 2018, y le correspondió adquirir los materiales en el rastro del distrito Joaquín Agüero, cerca de la Plaza de Méndez, de la capital agramontina.
El 3 de noviembre de ese año le correspondieron 25 cabillas, y el 24 de ese mes dos metros cúbicos de gravilla y dos de arena. En diciembre, el administrador del lugar le dijo que le vendería los 750 bloques para la casa. Félix preguntó si era seguro, pues debía buscar un transporte y llevar a su papá a firmar los papeles. Y le dijo que sí.
A la media hora fue Félix con un camión y con su papá, y el administrador se había ido. No le vendieron los materiales. Llamó al Gobierno municipal y lo informó.
«Días después —acota— voy al rastro y el administrador me pregunta si había sido yo quien llamó al Gobierno. Le respondo que sí, y me dice que entonces yo había escogido el camino más largo para la construcción.
«En mayo, comenzaron en Camagüey todos los jueves reuniones para chequear la situación de los subsidios, ya que vendría la dirección del país a evaluar el programa de la vivienda. Fui a la reunión y delante de las autoridades del Gobierno, Vivienda y Comercio, entre otras, expuse mi situación. Quedaron en darme respuesta y hasta ahora nada», concluye.
Y Migdalia Tamayo Zaldívar (Mamey 2 no. 55, Tacajó, Báguanos, Holguín) relata que por el paso del ciclón Ike en 2008, su casa fue dañada y clasificada como derrumbe total. Y sus sobrinos la llevaron a vivir con ellos: se le dio la mitad de la casa, la cual fue afectada después por el ciclón Sandy.
Fue cuando su cuñado la ayudó a crear una facilidad temporal: «Vivo en condiciones pésimas, es inhabitable. Las paredes son de pedazos de zinc, cartón o fibro; techo de fibro y piso de tierra. Se moja». Afirma que ha solicitado subsidio para construir en tres ocasiones y se lo han denegado.
«No entiendo por qué a personas con más posibilidades que yo se lo han aprobado. La respuesta del delegado siempre es: hay que esperar. Me dirigí al Gobierno municipal y me atendió la funcionaria de Atención a la Población. Fue un compañero a mi casa, y la misma respuesta.
«Esa respuesta no me convence. Mi situación es crítica. Llevo siete años viviendo en estas condiciones, cuando llueve tengo que emigrar para la casa del vecino. Conmigo vive mi sobrino, que es retrasado mental severo; su mamá es retrasada mental y no podía asumirlo, y yo lo tengo desde su nacimiento. Espero ayuda», concluye Migdalia.
Ismaray Villasuso Waite (Calle 5 no. 222, entre 2 y 6, La Demajagua, Isla de la Juventud) cuenta que en diciembre de 2018, su bebé, con nueve meses de edad, debutó con intolerancia a la leche, y la pediatra le indicó dieta de yogur natural.
En enero de 2019 Ismaray comenzó a comprarle el yogur. Los lunes lo llevaban a La Demajagua: siete bolsas para cada día de la semana. Pero ese yogur no servía a partir del jueves, y menos para un niño pequeño con intolerancia. A ello, dice, se suma la mala calidad, pues a veces tiene un sabor amargo.
La madre presentó su queja al delegado de la circunscripción, quien la elevó a los niveles correspondientes. Días después comenzaron a llevar el yogur dos días a la semana: lunes y jueves. Así funcionaba muy bien, pero solo fueron dos semanas. Luego volvió a ser como antes, con los mismos problemas.
Precisa Ismaray que el delegado lo ha planteado de nuevo, sin recibir respuestas favorables, salvo que debe ir un funcionario del Gobierno a la casa para comprobar si es verdad lo que planteamos. Pero nadie ha pasado por allí.
«Pienso que le han dado de lado a la queja, porque parece que sencillamente a nadie le preocupa lo que está pasando. Yo como madre estoy muy preocupada, ya que hay momentos en que mi hijo no tiene yogur para tomar porque se ha descompuesto, fundamentalmente los fines de semana.
«Por otra parte, es de tan mala calidad que en ocasiones el jueves, sin haberse echado a perder, no hay quien se lo tome por el mal sabor que tiene», denuncia Ismaray.