Acuse de recibo
No nos cansaremos de repetirlo: el salario de los trabajadores es asunto sagrado. Todo lo que lo enrarezca, retrase o afecte debe resolverse con la mayor prontitud y rigor. Me viene a manos la idea por la carta del capitalino Sandor Ceballos Martínez (calle 218, entre 101 y 1ra., No. 8763, reparto Cruz Verde, Cotorro), electricista A de Antillana de Acero, quien ha enfrentado inexplicables irregularidades con su pago mensual.
El 20 de noviembre de 2014, Sandor sufrió un accidente, a raíz del cual presentó en su centro los correspondientes certificados médicos. Normalmente, refiere el empleado del Laminador 250, en Antillana, a los trabajadores «los llevan a la Comisión de peritaje a los cinco meses y medio, y en mi caso fui citado para el 5 de noviembre de 2015, es decir, 11 meses y 15 días. Cuando pregunté por qué tanta demora, me dijeron en Recursos Humanos que tenían problemas internos».
A partir de ahí, al no estar conforme con su salario durante la estancia de certificado médico, Sandor acudió a la institución y solicitó ver su tarjeta SNC 225. Entonces, relata, se dio cuenta de que «hacía un año y medio que no se actualizaba». Esperó una hora para que la pusieran al día, pero al leerla, ya modificada, detecta el trabajador que no le estaban pagando lo que le correspondía, y se lo comunica a la compañera Onaris, especialista de Recursos Humanos.
«Ella, muy educada y con buen trato, me respondió que ese dinero que me dejaron de pagar durante un año, se me iba a pagar poco a poco, porque son 4 000 y pico de pesos y no se me podía pagar todo junto, a lo que yo le respondí: “No hay problema, yo espero”. Pero al próximo mes, cuando cobré, no vi ninguna parte de ese dinero, por lo cual me dirigí a ella nuevamente, le pregunté qué había pasado (…), a lo que me respondió que para pagarme (…), el Director de la entidad debía firmar unos papeles, y (…) se encontraba fuera del país por cuestiones de trabajo», evoca el remitente.
El próximo mes, se repitió la historia y volvió el electricista a contactar con la misma representante de la entidad. Indagó nuevamente por el saldo que le deben, y la compañera de Recursos Humanos «me dice que el dinero se me va a pagar». Ya disgustado con tanta dilación e ineficiencia, el trabajador manifiesta: «Ese dinero tienen que pagármelo completo y en efectivo, porque yo no tengo la culpa de los errores o mal trabajo que cometen ellos». Al momento de escribirnos, Sandor todavía se preguntaba adónde fue a parar el pago faltante y cómo es posible que sucedan estas cosas.
Casi no hay nada que añadir. Si como cuenta Sandor, por deficiencias de la empresa le deben más de 4 000 pesos (que dicho sea de paso, en contabilidad empresarial es una migaja, pero en la doméstica es mucha plata), la única solución ética y aceptable es que se lo reintegren de inmediato. Esperemos que así sea.