Acuse de recibo
Cuando el 18 de noviembre de 2014 publicamos la carta de Mayra Sentí (Ave. 65, e/ 134 y 136, No. 13421, Marianao), ironizábamos, con cierta tristeza, sobre el momento en que la comunidad científica cubana anunciara que a nuestros pollos se les había descubierto una modificación genética: el «faltante».
Se quejaba la capitalina de que ya iba por dos ocasiones de repartición del mencionado producto cárnico en las que ella se quedaba sin nada. No había alcanzado ni el «de población», ni el «por pescado». Y su carnicero, en la unidad ubicada en Ave. 65 y 130, le expresaba que el faltante se debía a que le echaban agua y venía congelado, que esto mismo ocurría en las demás carnicerías y que de nada valía quejarse, pues ya había salido publicado el asunto y nada.
Apuntaba la remitente su incomprensión en torno a este problema, pues se supone que el producto debía estar garantizado para que no quedaran personas sin obtenerlo, y recordaba que, en su caso específico, pesaba el hecho tener una madre diabética, de 83 años, que lo necesitaba aún más.
A propósito contestan Enrique Cruz González Posada y Milena Borrón, director y especialista de Protección al Consumidor de la Empresa Provincial de Comercio de La Habana, respectivamente. Su misiva, aunque fechada el 31 de diciembre de 2014, entró a nuestra Redacción el 18 de junio pasado, casi seis meses después.
Relatan los funcionarios que como primera acción se visitó a la consumidora por parte de la técnica de la unidad básica de Marianao y se comprobó, mediante la revisión de la libreta de abastecimiento, que efectivamente, ella se «encuentra afectada en el mes de septiembre (2014), con pollo de población y de dieta y en noviembre con pollo por pescado, debido a la misma situación de abastecimiento de este producto en este y otros municipios de La Habana».
Se le explicó a la remitente —apuntan— sobre las continuas y pertinentes reclamaciones que se efectúan por parte del Departamento Comercial de la Unidad Básica a la Empresa de Comercio, las que se rigen, como es debido, por la Circular No. 1, emitida a tal efecto. Con esta explicación, la demandante quedó de acuerdo.
«Se procedió al despacho del pollo por pescado y de dieta de los meses de septiembre y noviembre en la unidad piloto, quedándole pendiente la reposición del pollo de población del mes de septiembre hasta tanto sea pagada por el proveedor», refieren.
«La consumidora estuvo conforme con la atención brindada a su queja, y su rápida respuesta por parte de la Unidad Básica de Comercio de Marianao», señalan los funcionarios, quienes cuentan, además, con el acta de conformidad de la capitalina.
Agradezco la respuesta y, sobre todo, las acciones que en ella se narran, paliativas del problema referido por Mayra Sentí, pero no puedo dejar de comentar algunos aspectos.
«La misma situación de abastecimiento de este producto en este y otros municipios de La Habana» no es un argumento que deje totalmente claro el ya de por sí oscuro asunto del pollo. ¿Quiere decirse que de inicio no hay abastecimiento suficiente para toda la población cuando comienza a repartirse, o que los kilogramos de más que tiene el cárnico —en agua congelada— repercuten en que algunos clientes se queden sin obtenerlo? En este último caso, si es algo que se sabe y debate desde hace años, ¿por qué no se conciben kilogramos de más para compensar esta merma? o ¿acaso sí se compensa de esa forma y se vuelve a descompletar por otros motivos?
¿En cuál o cuáles eslabones de la larga cadena desde que se produce o importa el pollo hasta que llega a manos de la población asoma su garra el «faltante» que, dicho sea de paso, es una tierna y eufemística manera de llamarlo?
Si no se crean mecanismos eficientes y sostenibles para cumplir lo normado legalmente, seguiremos debatiéndonos entre continuas reclamaciones.