Acuse de recibo
Con la alimentación de los niños no se juega, he dicho más de una vez en esta columna. Y ahora lo reitero, con la carta de Luis Ramón Pérez Rojas, un padre angustiado que vive en Carlos Manuel de Céspedes 6, en la localidad granmense de Buey Arriba.
Cuando me escribió Luis Ramón, hacía tres días que a la bodega 003 donde compra, no llegaba la leche fresca para los niños. Y tanto su hija de cinco años de edad como otros cuatro pequeños de la zona se veían privados de ese alimento esencial.
Luis Ramón averiguó con el administrador de la bodega, quien le explicó que a él no le daban ninguna reserva de leche para esas emergencias. Inconforme, el padre fue a la Unidad Básica de Comercio del municipio, donde le dijeron que se presentara en el Puesto de Mando de la Dirección de Comercio.
Camina de aquí para allá, y en la Dirección de Comercio le dieron la misma respuesta ofrecida por el administrador de la bodega: el municipio no cuenta con una reserva de leche fresca o en polvo para ese tipo de eventualidad. Que solo esta se repone cuando hay situaciones excepcionales como ciclones u otras catástrofes.
Como ya Luis Ramón agotó las gestiones en el municipio, me escribe contrariado y con algunas preguntas que deberán responder las instancias provinciales o nacionales de Comercio Interior:
«¿Qué leche toman los niños en esos tres días o los que vengan, si no se resuelve el problema a corto o largo plazo? ¿Quién no ha tenido en cuenta ese tipo de problema? ¿Existe o no una reserva? Si existe, ¿la emplean en lo que corresponde?».
Aunque Luis Ramón no señala el porqué falla la leche fresca en Buey Arriba, ni si se lo explicaron en sus indagaciones, sería esencial que la Dirección de Comercio allí y las autoridades del territorio lo esclarecieran.
Es conocido que, en pos de sustituir el gran fardo de la importación de leche en polvo para el país, en muchos territorios se ha convenido con los productores de leche la venta y distribución de ese alimento priorizado para los niños. Pero tiene que haber una reserva para contingencias como la de Buey Arriba en esos tres días.
La crisis en la recogida de basura en la capital sigue agudizándose, y llegan cada vez más cartas de quejas, sin que se instrumente por la Dirección de Servicios Comunales una sistemática estrategia de información y comunicación a la ciudadanía.
Esta vez escribe Pedro Abreu Álvarez, vecino de edificio E-55, apartamento 14, en la zona 11 de Alamar, para fustigar la creciente destrucción de aceras y contenes en la ciudad, resultante de la utilización de cargadores frontales para recoger las montañas de basura que se acumulan.
Pedro lo ejemplifica con su propio reparto, al este de la ciudad:
«Es increíble el grado de destrucción que ese sistema ha ocasionado al patrimonio de esta localidad, afirma. El 10 de julio de 2014 le llevé a la entonces Presidenta del Gobierno municipal un documento en el cual le mostraba la destrucción ocasionada, con fotos y argumentos.
«Pasados siete meses, recibí la respuesta del vicepresidente primero del Consejo de la Administración Municipal (CAM). Una respuesta que denegué, pues no se ajustaba a lo presentado a la entonces Presidenta del Gobierno. Era una respuesta de oficina.
«El 11 de marzo pasado presencié en Cristina esquina a 10 de Octubre cómo un cargador frontal de dos metros cúbicos de capacidad, en su intento de recoger la basura en la vía, les daba golpes duros al contén y a la acera.
«¿Es imposible que el Gobierno provincial y los gobiernos municipales frenen el nivel de destrucción en este actuar? ¿Por qué no se le puede dar una respuesta al problema, que detenga lo que está sucediendo?
«Y de seguro en las estadísticas aparecen los metros cúbicos de desechos sólidos retirados, no las destrucciones y la chapucería.
«Hay una verdad: cuando las personas ven suciedad, destrucción, indisciplina, se suman a ellas, y el entorno se torna agresivo, entonces los hechos son más proclives al delito. ¿Qué les dejaremos a nuestros descendientes?», concluye Pedro.