Acuse de recibo
Desde San Rafael Adentro, kilómetro cinco y medio, frente a Los Silos, en el municipio de Holguín, denuncia muy contrariado Jorge Alberto Martínez Aguilera, campesino de la cooperativa de crédito y servicios (CCS) Eugenio González Montada, que tributa hortalizas a la Granja Urbana Municipal.
Jorge Alberto fustiga la inaceptable serie de impagos que mantiene impunemente esa granja estatal con él, al punto de que el pasado 13 de julio, cuando me escribió, tuvo que pedir prestados 20 pesos para pagar su factura del consumo eléctrico.
La deuda de la granja —precisa el campesino— asciende a 9 752 pesos, por 3 550 kilogramos que él le ha suministrado. La cadena de impagos comenzó en marzo pasado, con la factura 248. Y siguió en abril con las facturas 347, 336, 320, 313, 304, A293 y 273.
«¿Con qué mantengo a mi familia, si ese es mi único sustento? ¿Acaso con ese proceder no motivan a los campesinos honrados a que emigren hacia otras formas de venta?», cuestiona Jorge Alberto.
El campesino cuenta que ha ido varias veces a la granja, sin resultado alguno. Y el colmo, según él, es que en una ocasión le respondieron: «Vaya usted dondequiera…».
Qué irrespeto y desidia supura la historia contada por Jorge Alberto. No es la primera vez que irrumpe aquí la bochornosa dilación en el pago a campesinos que sí cumplen con su palabra. Esos morosos debían tener su merecido, porque al final sus indisciplinas conspiran contra algo tan sagrado y estratégico, en que nos va la vida y la seguridad nacional: la producción de alimentos.
Desde la avenida 31 No.7604, entre 76 y 78, en La Salud, municipio mayabequense de Quivicán, cuenta Lisset López Acosta una historia de engaños y falsas expectativas que en torno al alumbramiento de una bella bebita le ha ocurrido a su nuera, María de los Ángeles Chávez, vecina de calle 54 No. 33137, en la propia localidad.
Refiere Lisset que María de los Ángeles dio a luz una hermosa niña en el hospital Enrique Cabrera, de la capital, precisamente el pasado 28 de enero, fecha luminosa en que se conmemora el natalicio de nuestro José Martí.
Y al siguiente día se presentó en la sala una trabajadora social, quien anunció a las puérperas que habían alumbrado el 28 de enero que recibirían una canastilla mejorada en homenaje, consistente en cuna, colchón, coche y otros artículos. Todo el mundo sabe cuán accidentado e irregular suele ser el acceso a la canastilla para muchas madres.
Tras la alegría y la expectativa generada en las recién paridas, la trabajadora social les llenó planillas, con pormenorización de datos. Parecía algo muy serio. Y antes de darles el alta a las mamás, se les explicó que en 15 días más o menos recibirían las respectivas canastillas, sin importar el lugar de residencia. Cuántas ilusiones se promovieron…
El día en que recogieron la inscripción de nacimiento de la bebé, les reiteraron que recibirían la mencionada canastilla. Pero cuando Lisset me escribió, habían transcurrido 153 días del paritorio. Y de canastilla nada.
La abuela confiesa que podría entender que, por la situación económica que vive el país, y por la cantidad de madres que parieron ese día, quizá no pudo satisfacerse el propósito de esa honorable gratuidad. Pero entonces no debió crearse la expectativa, y mucho menos en torno a una coincidencia de fecha con respecto a algo tan sagrado y venerable como lo es el 28 de Enero para los cubanos.
Considera Lisset que esas madres merecen una fundamentada explicación. Incluso para saber dónde están esas canastillas, si fueron desviadas de sus destinos.
«Hay quienes me han dicho que de eso es mejor olvidarse —apunta ella—, ya que era regalado, pero otras opinamos que mientras que cosas como esta queden en el olvido, puede ocurrir que, a espaldas de quienes dirigen esa actividad, existan personas enriqueciéndose ilícitamente. Y hay otra razón muy triste: que nuestra juventud se sienta engañada».