Acuse de recibo
EL hombre que trabaja la tierra exige respeto y apoyo de las autoridades correspondientes, cuando la indisciplina y el vandalismo se enseñorean en sus labrados. Pero no siempre les acompañan en esa batalla.
Agustín Peña (San Bernardo No. 6, entre Bella Aurora y Amado Jiménez, reparto Aurora, Amancio Rodríguez, Las Tunas) lleva más de un año trabajando unas tierras entregadas en usufructo por el Decreto-Ley 259, en la zona de La Lala, a 2,5 kilómetros de la granja cañera Vicente Pérez.
Pero las reses de campesinos de La Olema, La Tulita y el Entronque de Santa Amalia, no lo dejan dormir en paz: sueltas, pastoreando en los cultivos de Agustín. Cuando el campesino deja de ir por cualquier motivo al sembrado, al otro día se encuentra con la evidencia de los daños.
Agustín no se ha cruzado de brazos, y puso el problema en conocimiento del Centro de Control Pecuario (Cencop). Ha visto al inspector de la zona en más de ocho ocasiones, quien le dice que, para poner una multa al dueño de las vacas sueltas, tiene que agarrar a las mismas haciendo el daño. Ha prometido solución, pero jamás ha hecho gestión alguna.
El 10 de julio pasado Agustín decidió ir a la dirección municipal y habló con un inspector, quien quedó en tramitar la queja. Pero los animales continuaron entrando en su sembrado. El 25 de julio habló con el jefe del Cencop, quien tomó nota. Y todo quedó ahí. El 27 las reses entraron de nuevo. Y el 28, cuando Agustín llegó bien temprano, descubrió que se habían comido varias matas de maíz.
El 31 de julio, el productor habló por teléfono y le explicó su tragedia a la Delegada de la Agricultura en el municipio, quien le dijo que iba a hablar con los inspectores. Nada se logró. Los animales continuaron arrasando: en una ocasión le echaron a perder 70 calabazas.
Cansado de tanta impunidad, el 25 de agosto Agustín llamó a la Delegada de la Agricultura, con la cual —cuenta— discutió fuerte, porque ella le dijo que los inspectores tenían que coger a los vacunos haciendo daño. Él le insistió en que cuándo iba a ser eso, porque no hacían esfuerzo alguno por estar en el momento requerido. Y ella le respondió que los inspectores no tenían transporte ni caballos.
«Fue cuando le dije que ella vivía justificando el incumplimiento del trabajo, afirma. Sigo preguntándome cuándo llegará el día en que pueda acostarme a dormir sin preocupación».
El pasado 22 de agosto, desde Moa, en la provincia de Holguín, Yenni Sosa censuraba el hecho de que la gabapectina —medicamento controlado que no puede faltarle para una rara enfermedad que padece—, hay que ir a comprarla a una sola farmacia, en la capital provincial, a 200 kilómetros de su hogar, en un país con tantos problemas de transporte.
Yenni comprendía la necesidad de control sobre determinados medicamentos, pero abogaba también porque, con el necesario rigor del tarjetón, se pudieran distribuir en una farmacia designada por municipio.
Al respecto, responde el doctor Fernando González Isla, director de Salud en la provincia de Holguín, que el Programa Nacional de Medicamentos, en la Instrucción 2 de 2011, establece que los especialistas facultados para la prescripción de la gabapectina son los del servicio provincial de Neurología. También dispone que las farmacias designadas para la dispensación de ese producto son las vinculadas a las instituciones asistenciales donde radiquen los servicios provinciales de las especialidades involucradas.
No obstante, luego de un análisis con las partes involucradas —afirma—, el Ministerio de Salud Pública, teniendo en cuenta el incremento paulatino de pacientes consumidores de ese medicamento, elaboró una nueva instrucción, que permitirá que se pueda llevar la gabapectina a las farmacias principales de cada municipio en el cual residan pacientes controlados con ese medicamento.
Concluye el doctor Fernando informando que se visitó a la paciente, la cual agradeció la solución del asunto y la respuesta ofrecida.