Acuse de recibo
La protección al consumidor no puede ser una entelequia a los ojos del ciudadano, no obstante los problemas financieros y de recursos que tenga el país. Quien paga un equipo a crédito y está en garantía, con toda su razón exige.
Durante el proceso de cambios de equipos electrodomésticos, Rosa Morales (Calle J, Edificio No. 9, apto. 9, Zona de Desarrollo, Santa Cruz del Sur, provincia de Camagüey) entregó su refrigerador ruso, con solo siete años de explotación, por un Haier 183 que aún paga al Banco. Pero el nuevo «frío», con apenas dos años de funcionamiento, ya está roto. Y Rosa sigue pagando al Banco por su crédito.
El 8 de enero pasado ella solicitó el servicio del taller municipal. A los dos días el técnico fue a su casa y le revisó el equipo. Pensando que tenía el filtro tupido, le orientó que llevara el refrigerador a dicho establecimiento. Así lo hizo, y a los dos días le cambiaron el filtro y le echaron gas, por lo cual pagó.
A la semana, el equipo presentó los mismos síntomas: solo funciona la mitad del congelador y se calienta en exceso la máquina. Rosa volvió al taller. A los dos días volvió el técnico a su hogar, examinó el equipo y le orientó que lo retornara al taller.
Así lo hizo, y lo que le dijeron la dejó atónita: el congelador estaba «ponchado». Ella, que es sumamente cuidadosa con el refrigerador, solicitó explicaciones. El técnico le dijo que no es solo su caso. Varios tienen problemas en la tubería del congelador: está soldada con una sustancia química que actúa como un ácido y forma pequeños poros por donde se escapa el gas, y por ello supone que quizá no sea compatible con nuestro clima tan caluroso.
Rosa se ve atada de pies y manos: lleva dos meses sin su refrigerador. No hay congeladores de reposición para los Haier 183, y en este caso habría que cambiar el mueble completo, porque la tubería viene empotrada en el mismo.
El pasado 28 de febrero, Rosa llamó a la Dirección Provincial y le comunicaron que en estos momentos no se dispone de los muebles del Haier 183 y la entrada de los mismos es muy limitada, por lo cual la solución se prolonga en el tiempo.
Rosa, quien continúa pagando su refrigerador, con toda razón se hace unas cuantas preguntas: «¿Cómo es posible que no se cuente con respaldo de estos muebles y recursos para la reparación de esos equipos recién cambiados? ¿Por qué debo seguir pagando al Banco por un equipo que no tiene la calidad ni garantía de uso? ¿Cómo resuelvo mi situación?»
Caridad Franquis es una mujer viuda y jubilada que vive sola, y su principal entretenimiento es la televisión, allá en Céspedes No. 214-A, entre Martí y Alvarado, en Santa Amalia, municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Con mucho sacrificio ella adquirió un televisor marca Selectrón en julio de 2009, en la tienda Renacer, de Calabazar. El equipo tiene dos años de garantía, y en un año y dos meses se ha roto tres veces.
Lo primero es que ella tuvo que gastar hasta cien pesos en un auto de alquiler para llevar el telerreceptor al taller de la Víbora, porque ellos no brindan ese servicio en la casa.
«Me dirigí a la oficina de Atención al Cliente en calle 42 No. 1103, entre 7ma. y 38, en Playa, donde fotocopiaron los talones de las veces que lo arreglaron, propiedad y garantía. Hice un escrito solicitando que no quiero esa marca de televisor y que me devuelvan los 300 CUC que me costó», refiere.
«Quedaron en llamarme, pues eso lo decide una comisión. Pero nunca lo hicieron, y tuve que llamar yo. Me dijeron que habían denegado mi reclamación. A mí no me lo regalaron, yo lo pagué CUC a CUC. Y cada vez que lo llevo a arreglar, cada dos o tres meses se vuelve a romper. Es el único televisor que tengo y no he podido disfrutarlo. Tengo derecho a reclamar lo que es mío».
El país requiere de reconsideraciones en materia de garantía, para hacer justicia con los consumidores.