Acuse de recibo
Parece ser que la parafernalia sonora nada ni nadie la controla. Llevo años revelando las denuncias ciudadanas sobre la hiperdecibelia, los excesos en los ruidos. Y por lo general nada sucede ni quienes deben cortar por lo sano se ponen verdes y plantan, salvo algunos amagos de recogimiento que luego se olvidan.
Pero no me cansaré de canalizar las denuncias: Vicente Rodríguez Galano escribe desde Calle 23 No. 1559-A e/ 26 y 28, en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución, para contar lo que sucede en el servicentro CUPET, de calle 23 esquina a 28.
Precisa el lector que tal centro de expendio ha sido escogido por algunos noctámbulos insensibles como zona de discoteca, sobre todo en el horario de la madrugada. Plantan sus autos y a todo volumen desatan la música desde ellos. Gozan el escándalo sin mirar a su alrededor.
«Como ya su presencia es casi habitual —precisa—, de nada ha valido que los vecinos del área se quejen. Nada, que a falta de discotecas, parece más conveniente utilizar la vía pública, a tenor de lo que ello pueda molestar a las personas que descansan para después marchar hacia su trabajo o estudiar».
Lo más preocupante de todo, según Vicente, es que autoridades con suficiente potestad para evitar esos desórdenes e indisciplinas hagan caso omiso de tales circunstancias.
¿Hasta dónde y hasta cuándo los victimarios de oídos ajenos mantendrán su peligrosa impunidad? Ecocidio, no tiene otro nombre.
Mayelín Pérez Acosta (calle Manuel Herrada No. 40, Vueltas, Villa Clara) acudió el pasado 17 de enero al Taller de Reparaciones y Garantía Postventa de ETECSA y CUBACEL, ubicado en Martha Abreu esquina Alemán, en la ciudad de Santa Clara, para solicitar el servicio de decodificación de un teléfono celular, equipo GSM, marca Sony Ericsson, con número de serie 353210040493825.
La recepcionista, después de llenar varios modelos, le entregó la tarjeta de memoria e ingresó el teléfono en el taller. Le comunicó que demoraba unos dos días. Y precisamente el 19 de enero, dos días más tarde, Mayelín recibió un mensaje: ya podía pasar a recoger dicho teléfono.
Ese mismo día se personó allí, y le entregaron el celular. Más, para su sorpresa, la batería había sido cambiada. Con los papeles de la garantía por 90 días y el comprobante de pago por 5,00 CUC, ella acudió al día siguiente al taller a hacer la reclamación de la verdadera batería. ¿Y qué sucedió?
Pues, tanto la recepcionista como el técnico que realizó el trabajo —quien es, además, el jefe inmediato superior y encargado de atender las quejas de la población, según le informaron— le aseguraron, «en no muy buena forma», que ella estaba confundida con otra batería, porque al taller no había ingresado ningún otro celular de dicha marca.
Bastante indignada, y con razón, Mayelín solicitó ser atendida por otra persona de mayor jerarquía. Y la pasaron con alguien llamado José Antonio —no sabe su cargo—, el cual la atendió muy amablemente. Después de comprobar la veracidad de los hechos, él conversó con el técnico quien mantuvo la misma actitud.
«José Antonio solo pudo decirme que no tiene cómo comprobar que el técnico alteró las baterías, apunta. Conclusión: Regresé con la batería vieja y preguntándome: ¿Cómo suceden estas cosas en un centro estatal? ¿Cómo un servicio como ese tiene tan mala calidad? ¿Por qué no se brinda un servicio al momento y en presencia del usuario, en vez de ingresar el equipo? ¿Por qué, si no se tiene plena confianza en el técnico, se le permite realizar tales funciones? Solo recuperando mi batería original dejaré de decir que he sido estafada».