Acuse de recibo
El doctor José Francisco Hurtado (Prensa 254, entre San Cristóbal y Pezuela, Cerro, Ciudad de La Habana), cirujano general del Hospital Freyre de Andrade, está alarmado por el efecto del tabaquismo sobre las personas que no fuman, y la indisciplina y descontrol que ello supone. Refiere que la Organización Mundial de la Salud lo considera como la segunda causa de muerte en el mundo, y en Cuba, que tanto hace por la salud humana, paradójicamente no se protege a los no fumadores de ese daño. «Ya en nuestra ciudad se fuma en cada rincón público y concurrido: paradas de ómnibus, mercados, colas... En cualquier ómnibus que tomemos, es raro que el chofer o acompañantes no estén fumando. El colmo es que en los hospitales ya es imposible respirar aire no contaminado. Existe la resolución del Ministerio de Salud Pública, pero creo que se ríen de ella: médicos, demás trabajadores, pacientes y acompañantes. ¿Qué hacer para no ser un futuro país de EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica)? Quién hace cumplir lo establecido?»
Extraño escalafón: Erilda Nélida Odio (La Habana 416, entre Obispo y Obrapía, Habana Vieja), fue con sus 80 años a cuestas el 13 de mayo de 2008 a la Unidad de Calzado Ortopédico de Curazao, en ese municipio, a hacerse un par de zapatos. La anotaron en un escalafón con el número 246. En el 2009 fue a ver por dónde andaba la lista. Y estaba tachado su nombre y su teléfono como cliente, para el aviso. Aparecía con el número 346. A los siete meses volvió y el 346 no figuraba en el libro: del 278 saltaba al 381. Ahora tenía el 428, y su número de teléfono estaba transformado. Lo curioso es que la recepcionista le dijo que había perdido su turno, porque estaba citada para el 20 de noviembre de 2009 y no fue. Discutió la señora, porque con ese número de teléfono inventado no pueden haberla llamado. En eso llegó la administradora y le dijo que no la podía atender esa semana, pero que a la siguiente ella misma la llamaría. Como la señora estaba necesitada, volvió a los tres días, un lunes. Y la recepcionista le dijo que esa semana no podían atenderla, porque el 15 de ese mes (diciembre) salían de vacaciones hasta el 27 de enero. Por último, el 11 de febrero pasado, cuando volvió, le dijeron que tenía que esperar: había perdido el turno. «Para mí es vergonzoso tener que escribir, para ver si pueden hacer algo por mí y otras personas que estén pasando lo mismo que yo: que siendo una mujer de 80 años, tenga esta situación, sin poder resolver nada y no saber a quién dirigirme», concluye Erilda. Cierto, da vergüenza, pero no precisamente por ella.
Atender, he ahí la cuestión: Jorge Castellanos (calle D Nro. 509, apto. 22, Vedado, Ciudad de La Habana) preguntó en el correo de 23, entre C y D, en el Vedado, qué sucede cuando un telegrama no llega. Le dijeron que debe reclamar en la unidad donde lo impuso. Él aclaró que fue allí, y presentó el comprobante. Una funcionaria, que luego supo era la administradora, le dijo a quien atendía a Jorge que, efectivamente, ellos eran responsables de darle seguimiento a las reclamaciones hasta el final. Entonces, invitó al cliente a su oficina, desde donde hizo las investigaciones con las unidades receptoras para averiguar qué sucedió. Ante las dificultades con la comunicación, pues una de esas unidades estaba en trámite de cambio de residencia y no tenía conexión con la red en ese momento, la administradora le rogó a Jorge que volviera al día siguiente. Cuando salió de allí, él me escribió ese mismo día, sin saber si al siguiente tendría respuesta, pero recalcaba en la carta «la exquisitez y profesionalidad con que fui atendido». Y agregaba: «Es admirable ver cómo existen aún funcionarios eficientes, y con tal concepto de la responsabilidad. Quizá en otra unidad ni me hubiera dicho que era la administradora, ni me hubiera animado a hacer mi reclamación. Y mucho menos que me dedicara todo el largo tiempo que me dedicó».