Acuse de recibo
El colmo es que a usted lo castiguen y le compliquen la existencia por ser honesto, diría mi madre si estuviera en el centro de esta historia que nos envía Luis A. Araújo desde Jesús Crespo 65, en Remedios, Villa Clara.
Cuenta Luis que desde mayo hasta septiembre de 2009, su mamá recibió la factura del servicio eléctrico por debajo de lo que ella consume habitualmente. Y a diferencia de quienes acostumbran a robarle a la Empresa Eléctrica y al país con mil triquimañas, la señora se preocupó por la irregularidad.
Luis se personó en las oficinas de la Empresa Eléctrica en Remedios a hacer su tan diferente reclamación. Y la inspectora le dijo que visitarían la casa. Mas transcurrió un mes y nada. La facturación de octubre volvió a venir «por debajo».
Luis volvió, y con un elemento aplastante: los verdaderos kilowats consumidos sí se encontraban registrados en el metro contador, pues su hermano, que conoce de ello, había sacado la cuenta. Esta vez, la inspectora aseguró que la visita se haría cuando ella pasara leyendo los metros.
Y efectivamente, la inspectora fue y le dijo a la señora que no se preocupara, pues el asunto tendría una solución decorosa. El problema era de la empresa, por falta de personal y otras razones. Que Luis debía presentarse en las oficinas de la entidad.
Allá fue Luis. Y solo pidió que el monto de débito —clarificado por insistencia de la familia— se les facilitara en varios plazos de pago, teniendo en cuenta que la señora es jubilada, no tiene la culpa de la ineficiencia ajena y la cifra que debería pagar representa el doble de lo que ella percibe en un mes.
Pero no, el imperativo no admitía razonamientos. Debían pagar la deuda de un tirón. Luis terció ante el director y este le manifestó que eso era «lo que está establecido». Según cuenta el remitente, dijo más: que la señora debió leer el metro contador y darse cuenta del problema. Y le comunicó además que por esa situación estaba penalizado el trabajador que hace la lectura del mismo.
«Tengo entendido que la obligación del cliente es pagar lo que se factura —subraya Luis—. No estamos los consumidores, y menos mi mamá con su escasa vista, para leer el metro contador, y mucho menos pagar de una sola vez por el mal trabajo de la Empresa Eléctrica en Remedios».
Bárbara Riol (Luz Caballero 1G, entre Concha y Carlos Rojas, Colón, Matanzas) está muy preocupada desde un día en que sus dos hijos, de diez y cuatro años, visitaron con el padre el microzoológico de esa localidad.
Si bien es un orgullo tener un pequeño reino de animales en cualquier ciudad o pueblo de Cuba, para Bárbara y otras madres ese recinto se ha convertido en una desazón permanente. Y son elocuentes las razones.
«El estado constructivo de la jaula de los leones está muy deteriorado —refiere—. Las cabillas están oxidadas y muy gastadas. Tengo entendido que esta inquietud ha sido transmitida a instancias superiores, ya que soy técnica de Higiene y participo en reuniones con mi homóloga de Comunales. Y ella está también muy preocupada con esa situación».
Bárbara ya conoce el problema y sabe a qué atenerse en precauciones. Pero se hace algunas preguntas: «¿Qué pasaría con otras personas que disfrutan confiadas de su paseo por el zoológico? ¿Tendrá que suceder una desgracia para que se tomen medidas?».
Es imprecisa la información de la remitente acerca de las gestiones que se han hecho para denunciar el potencial peligro. Dice «tengo entendido»… e «instancias superiores»…
Este redactor será más directo: ¿Conocen las autoridades del municipio asunto tan delicado? Y si fuera así, ¿cómo es posible que no se hubieran tomado medidas? ¿Es que anda «enjaulada» la solución?