Acuse de recibo
«¿Tendremos agua nuevamente? ¿Será cierto que hay que romper la calle Infanta de nuevo?». Esas preguntas reflejan el desasosiego de Katia Barceló (Estrella 851 esquina a Retiro, en Centro Habana), que comparten otros vecinos de esa zona de la capital.
Lo interesante del caso es que después de la voluminosa inversión que se hizo en la céntrica arteria Infanta, de la capital, para cambiar las deterioradas conductoras de agua y mejorar el abastecimiento de este recurso a la población, en la zona de Katia, a solo unas tres cuadras de esa vía, se ha «evaporado» el «vital líquido», como le llaman.
Refiere Katia que antes de esas obras, las cuales fueron tan difundidas por todos los medios de prensa, incluido JR, en su cuadra no había graves problemas con el servicio: alrededor de las cinco de la tarde llegaba con fuerza y duraba hasta casi las seis de la mañana del siguiente día.
Pero una vez concluido el renuevo de las conductoras, allí casi no entra el agua. Los primeros días los vecinos llamaron a Aguas de La Habana y las respuestas eran: la sequía… una rotura en la bomba impulsora… se está investigando.
En varios sitios de la zona se revisó, hasta se abrieron varios huecos en la calle. Y al final nada. El jefe de los inspectores de Aguas de La Habana que los atiende, mandó un inspector al barrio después de varias llamadas, el cual se llevó las quejas por escrito. Pasado un tiempo se personó una inspectora del Gobierno y les dijo que buscaría la respuesta. Varios días después la llevó: en Aguas de La Habana dijeron que era la sequía.
Fue allí después otro inspector de Aguas de La Habana, pero de instancias superiores, y les dijo: «La calle Infanta quedó muy bonita, pero el trabajo no quedó bien. Hay que romperla otra vez. Estamos a la espera de Viales para hacerlo».
Por eso Katia y sus vecinos se deshacen en preguntas y rumores. Si es verdad que hay que abrir Infanta otra vez, después de tanto trabajo y tantos recursos vertidos, ¿cómo se explicará, sin excusas ni pretextos, el porqué la obra no surtió efecto? Urge una información transparente y exhaustiva por parte de quienes levantaron tantas expectativas con esa inversión.
Desde Máximo Gómez 15, en la localidad de Vueltas, municipio villaclareño de Camajuaní, me escribe José Miguel Rodríguez, custodio de la Casa de la Cultura de ese poblado. Y lo hace embargado de cierto sentimiento de abandono; sí, porque la desatención suele tener muchos rostros…
Denuncia José Miguel que los trabajadores de esa institución cultural cobran su salario por quincenas, y cada vez que lo hacen, deben trasladarse hasta la cabecera municipal, porque alguien lo decidió así detrás de un buró.
Quien tenga los pies bien puestos en la tierra de esta Isla, sabe que moverse de una localidad a otra, por corta que sea la distancia, es muy difícil, como consecuencia de la situación del transporte.
Pero aun así, los de la Casa de la Cultura de Vueltas se ven obligados a hacer malabares de tiempo y de dinero, para sencillamente cobrar lo que se han ganado con su trabajo. José Miguel reclama lo mínimo que merece un trabajador en este país: cobrar en paz y con comodidad los pesitos que se ganan.
«Los pretextos sé que estarán a la orden del día, afirma. Lo que no entiendo es cómo, con tanto personal administrativo existente en Cultura municipal, no aparezca alguien con el deseo de mejorar la atención al hombre. Las condiciones aquí no son ni regulares para el desempeño de las actividades, pues la Casa de la Cultura está amenazada de derrumbe. Es triste, pero prefiero la verdad, antes que todo en esta vida».