Acuse de recibo
¿Falta de respeto o sencillamente realidad virtual? No sabría cómo denominarlo, pero lo cierto es que hace mucho tiempo no se cumple la establecida venta de cajas de cerveza a precios más asequibles en pesos, para bodas y fiestas de quince en la capital. Y digo que no se cumple, porque llueven las cartas acerca del incumplimiento para tales acontecimientos. Es como si ya estuviera programado el atraso. ¿Y qué sentido tiene adquirir ese módulo de bebidas meses después del día de la celebración? Cuando me escribió, Ana Esther Mena, de 294 A, entre 21 y 296, Santa Fe, municipio de Playa, ya hacía cinco meses que su hija había cumplido 15 años y todavía la cerveza no aparecía. La nieta de Pablo Mariano González, de calle 172 número 122, en el reparto Flores, del municipio de Playa, cumplió 15 años el 9 de febrero de 2008, y tres meses después seguían esperando por las cervezas. José Alfredo Escobio, de calle 50 número 23906, en Punta Brava, La Lisa, consideró una burla, cuando me escribió, el hecho de que tres meses después de los ansiados festejos por los quince de su nieta, no les habían entregado las cervezas. Luis Alberto Villalobo, de Rotaria 602, esquina a Vía Blanca, en Regla, llevaba seis meses de casado cuando me escribió, y aún no «había llegado» la cerveza. Todas esas personas manifestaron inquietudes incluso acerca del destino de los envases entregados. No es la primera vez que irrumpen tales denuncias, y nunca se ha recibido una respuesta con todas las de la ley acerca del porqué. ¿Los afectados podrán brindar algún día con cerveza y puntualidad en las fiestas de quince de sus futuras hijas...?
Sin visión de garantía: Miguel V. Zaldívar (calle 11, Edificio 15, apartamento A, reparto Aguada la Piedra, Rafael Freyre, Holguín), cuenta que el pasado 23 de junio, en la óptica de Santa Lucía, en su municipio, se mandó a hacer unos espejuelos indicados por el médico. El trato fue muy amable, y con una rapidez asombrosa. Pero dos días después, los espejuelos perdieron el aditamento que descansa sobre la nariz. Miguel retornó a la óptica, para al menos repararlos; pero le manifestaron que no tenían solución, pues se les había partido la base metálica que sostiene el componente roto. Como había transcurrido solo una semana de la compra, el cliente planteó la posibilidad de que le reemplazaran la armadura. Y le respondieron que el sistema de estas ópticas no tiene establecida garantía para ninguno de sus productos, por lo cual ellos no se hacen responsables de cualquier rotura. Y a Miguel le parece injusto que sea así, cuando los precios de los espejuelos tensan el salario, sin la calidad requerida. Tendrá que encargar y pagar nuevos espejuelos, y no le queda otra alternativa que ironizar: «¿La única forma de protegerme ante roturas sería usando los espejuelos solo dentro de la óptica?».
Inflexibilidad a la carta: ¡Una reservación nada más y nada menos que en el restaurante Chef Plaza, del complejo Plaza América, de Varadero... sin tener que pagar en divisas! ¡Inolvidable! A la mamá de Yair Roberto Ramírez se la otorgaron como estímulo en su centro de trabajo, y allá en calle 298 número 11504, en Pueblo Nuevo, en la ciudad de Matanzas, todos se movilizaron para el disfrute el 28 de junio pasado. Cuando arribaron al Chef... entregaron la reservación y la madre de Yair mostró su carné de identidad, comenzó la tragedia: en la tarjeta aparecía una irregularidad: algo así como dos números en vez de uno. El dependiente les dijo que solo podrían almorzar si el responsable que estaba de guardia por la dirección autorizaba. Bah... una minuta, pensaron. Pero el responsable se cuadró: no podían almorzar. Y fue cuando se percataron que la rigidez tenía otras víctimas: otra familia en su misma condición, también con niños que no entienden de modelos y cifras en su ilusión, también trataba de neutralizar la inflexibilidad del funcionario, que se mantenía en sus trece: en la tarjeta, la fecha de reservación... ¡había sido puesta fuera del recuadro! Yair se fue desalentado con los suyos, y meditando «somos tan exquisitos para algunas cosas, y otras las hacemos como quiera. ¿Qué destino tendrían esas reservaciones? ¿Es un estímulo para un trabajador?». Y este redactor, que ya ha reflejado otros casos parecidos, se pregunta por qué darle ese trato a un compatriota, por demás un trabajador con vergüenza.