Acuse de recibo
Si el disgusto pudiera medirse en voltios, hay clientes del servicio eléctrico que acusarían alto voltaje, por la paciencia que acopian cuando se sienten desatendidos e ignorados en lo que consideran sus derechos a ser indemnizados por daños.
Una de esas personas ya al borde de la «explosión» es Mercy Pedraza Rodríguez, de Avenida 26 número 1468, entre Santa María y Santa Rosa, en Nuevo Vedado, municipio capitalino de Plaza de la Revolución. Y cuenta que en febrero de 2006, con seis meses de embarazo ella, una oscilación de voltaje le ocasionó la rotura de un refrigerador, un televisor, una olla arrocera y un ventilador. Algo muy serio para la economía de una familia promedio.
Ella acudió a la Organización Básica Eléctrica (OBE) correspondiente a reportar el daño, y allí le aseguraron que su caso tendría solución: los equipos serían reparados o repuestos. Pero en espera de la atención de su caso, Mercy concluyó el embarazo y nació su hijo. Cuando me escribió el pasado 6 de noviembre, ya su bebé tenía seis meses de vida, y ella seguía aguardando...
Así de expectante se encuentra Roberto Estrada Correa, vecino de Peñón número 61, entre Calzada del Cerro y Zanja Real, en el municipio capitalino de Cerro.
Relata el remitente que en octubre de 2005 hubo una fluctuación de voltaje en la cuadra donde él vive, y fueron afectados los electrodomésticos de varios vecinos, entre ellos un equipo de música de Roberto.
Se llamó a la OBE para reportarlo. Días después se personaron allí los técnicos y comprobaron los hechos. Hicieron los expedientes y les orientaron que llevaran los equipos a la OBE. Allí les dijeron que la gestión demoraba unos dos meses. Pero no fue así. Siguieron yendo allí y la respuesta era: todavía.
Un buen día les dijeron que lo de los refrigeradores ya estaba resuelto, pero no así los televisores y equipos de música, entre estos el de Roberto. Les aclararon que ya el cheque estaba confeccionado, pero no había los equipos correspondientes en la firma suministradora.
Así transcurrieron más de dos meses, y en agosto de 2006 la esposa de Roberto fue de nuevo a la OBE y le reiteraron que todavía no había equipos. La vez siguiente se enteraron de que el cheque, con dos meses de validez, había caducado. Debían hacerlo otra vez.
Ya Roberto lleva un año y dos meses esperando, y pregunta: ¿Qué hacer si me tienen que resarcir los daños que me ocasionaron y a estas alturas no lo han hecho? Y este redactor considera que, teniendo en cuenta la lentitud y alargamiento de estos procesos de indemnización, bien debían buscarse por parte de la Unión Eléctrica mecanismos más ágiles para cumplir con sus clientes como la empresa espera de estos. A fin de cuentas, Roberto, Mercy y otros son personas afectadas por sus servicios.
La tercera carta comienza con una afirmación muy elocuente: «Ya no sé si los grifos del agua se abren hacia la izquierda o hacia la derecha». Y la suscribe Esmérida Medina Carrión, vecina de Pasaje 56, entre Antunes y Monte, en el reparto San Pedrito, de Santiago de Cuba.
Señala la remitente que hace más de diez años no hay agua en ese barrio. Así, sencillamente. La agonía diaria es, cubo en ristre, lanzarse a buscar el líquido por ahí. Terminan pagando a 15 y a 20 pesos el barril de agua a aquellos previsores que, con sus esfuerzos, construyeron sus propias cisternas.
En cuanto a las gestiones, subraya la lectora que en todas las asambleas de rendición de cuentas se informa que el problema se está elevando. Y ella se pregunta si ya andará por allá por la capa de ozono.
Cada vez que se presenta la queja de la agónica carencia ante Acueducto y Alcantarillado, les responden que no existen los recursos, que el problema es insoluble.
Esmérida se resiste a aceptar que esa sea la respuesta de una entidad en nuestro país, por muchas dificultades que existan. En ese barrio viven personas, quienes no escogieron el lugar. Fue el que les tocó. ¿Y les van a decir ahora que no pueden tener al menos una esperanza? No, no y mil veces no.