Acuse de recibo
Una situación de alto riesgo para una gran cantidad de personas: así denomina Roberto León Hernández el problema que sufren los habitantes del poblado de Minas de Matahambre, en la provincia de Pinar del Río.
Roberto, quien reside en calle Tercera número 47, en la Curva, en esa localidad, manifiesta que como parte de las obras de construcción del acueducto del poblado, en febrero de 2001 rompieron la arteria que une a calle Segunda con Tercera, incluido un puente a la mitad de la misma.
Y como esa vía da acceso a la calle principal del pueblo, donde proliferan el comercio y servicios fundamentales, muchos pobladores se ven precisados —desde hace cinco años— a dar un largo rodeo de un kilómetro como consecuencia de la interrupción. Los más audaces, se aventuran a cruzar sobre una desvencijada tabla encima del vacío que dejó el puente. Un verdadero acto de malabarismo.
Ahora, con la llegada de las lluvias e inundaciones, la situación ha empeorado. Se han registrado varios accidentes, al intentar algunas personas cruzar por allí para ganar tiempo.
Pero la más imperdonable irresponsabilidad, según Roberto, es que en estos cinco años jamás se ha colocado un aviso a la entrada de ambas bocacalles, ni un obstáculo o barrera; nada que alerte a los choferes del peligro.
«Lo más increíble de este doloroso hecho —refiere Roberto— es que los automovilistas que no son de este lugar, no conocen del incidente y del peligro. Y cuando penetran en dicha calle, son los vecinos quienes tienen que salir corriendo de sus casas con las manos en alto, para avisarles que se detengan; pues no existe nada que les informe que deben detener la marcha o tomar otra dirección».
Y pregunta el lector: «¿Quiénes son los responsables de que este pequeño puente completamente destruido hace cinco años no haya sido construido de nuevo?».
La segunda carta la envía el ingeniero Tomás R. de la Torre Gras, vecino de calle C número 727, apartamento E-1, entre 29 y Zapata, en el Vedado capitalino. Y denuncia que en la esquina de 31 y 76, en Marianao, hace tres años corre impunemente un río de agua potable.
Tomás, quien es profesor de la CUJAE, es un testigo de crédito, pues allí toma la guagua que lo lleva a su trabajo. Él no vive por allí, ni sabe a quién quejarse, o si los vecinos lo han hecho ya con las entidades correspondientes, pero le duele el derroche. Le preocupa seriamente que vayamos acostumbrándonos a presenciar esos manantiales en plena vía.
Aprovecho hoy para reiterarles a nuestros lectores lo que siempre he solicitado: no importa si la carta viene impresa o escrita a mano en el papel más humilde y tosco. Lo importante es la claridad de la letra y la claridad del relato en la carta. Porque hay algunas que son jeroglíficos por su grafía, y otras por su contenido. Precisión, claridad… esas dos premisas esenciales del periodismo también hacen falta en la correspondencia. Agradecido.