Polymita picta. Autor: Tomado de Internet Publicado: 18/07/2022 | 12:15 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Desde el pasado 18 de marzo el Doctor en Ciencias Bernardo Reyes Tur es el hombre más feliz del mundo. Justo ese día conoció oficialmente que la especie que había nominado y a la que ha dedicado casi 30 años de su vida como investigador, la Polymita picta, se convirtió en el molusco del año 2022.
Doctor Bernardo Reyes Tur: Las polimitas son mi motivo de felicidad, pero necesitamos más apoyo para su protección y uso sustentable. Foto:Bohemia
La vistosa especie, considerada por muchos como el más bello de los moluscos terrestres, alcanzó tal condición oficialmente y atrajo las miradas de los medios de comunicación y las redes sociales al ganar con amplio margen la segunda edición de un concurso convocado por el Centro Loewe para la Genómica Traslacional de la Biodiversidad, de Alemania, el Museo de Historia Natural de Frankfurt y la Organización Internacional Unitas Malacologica.
El caracol pintado cubano, como también se le conoce, se impuso con el voto de muchas personas e instituciones en Cuba y el extranjero, que reconocieron así, además de los hermosos colores de la concha de esta especie, endémica del extremo nororiental cubano (entre Holguín y Guantánamo), el trabajo tenaz de un equipo del Departamento de Biología y Geografía de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad de Oriente (UO).
En el año 2021, en plena pandemia y sin muchas posibilidades de desplegar acciones que comunicaran al mundo sobre los valores de picta, una de las seis especies de polymita que viven en Cuba, el simpático caracol logró ubicarse en el segundo lugar de la primera edición del mismo certamen.
«El día que me comunicaron los resultados se me salieron las lágrimas, porque luchamos duro. A mí se me rompió el celular de tantos mensajes…», evoca el Doctor Reyes Tur con la pasión que le caracteriza. Por eso ante el éxito de este año no hubo llanto, sino saltos de alegría, aun cuando sabe que tal regocijo trae consigo nuevos retos.
«Somos los herederos de una historia evolutiva única que ha conducido a una especie muy hermosa, capaz de dar respuestas a la evolución de la belleza mediante el color, y que es codiciada en todo el mundo. Debemos sentirnos orgullosos y actuar en consecuencia» explica orondo.
Y quien lo escucha puede ver otra vez aquel licenciado en Biología que, enamorado de la genética molecular, daba sus primeros pasos como profesor en la misma UO y descubría en la biología evolutiva las claves para estudiar aquellos caracoles del género Cerion, que aprendió a amar mientras disfrutaba los artículos del investigador norteamericano Stephen Jay Gould.
Puede descubrir al profesional que con humildad y respeto busca siempre ir a las esencias. Al martiano fervoroso,
que paso a paso durante 27 años ha empujado entre cajas y piedras el sueño de llevar adelante un laboratorio para la cría en cautiverio de moluscos terrestres, y en pleno período especial, mientras explicaba su proyecto de tesis de doctorado al profesor Vicente Berovides, recibió aquel consejo que cambiaría sus días: «Si vives en Oriente y quieres estudiar caracoles, no hay nada más carismático y de importancia económica que las polimitas».
Oportunidad de oro
«Hoy puedo trabajar con otros géneros, pero no hay quien me separe de las polimitas», asegura el Doctor Bernardo Reyes con la satisfacción de quien se entrega a lo que le gusta.
«Desde 1995 nos dedicamos a la investigación a escala natural y en condiciones de laboratorio, sobre la biología evolutiva de las polimitas y sus especies hermanas, de la familia Cepolidae, explica. En Cuba hay, conocidas hasta el momento, cerca de 60 especies de esa familia y más de 1 400 especies de moluscos terrestres en general, el 96 por ciento de las cuales son endémicas: una de las tasas de endemismo malacológico más altas del mundo».
Toda esa riqueza ha sido también reconocida tras el galardón de Polymita picta, que al decir del Doctor Reyes Tur, además de visibilizar y elevar a planos superiores sus empeños de tantos años, materializa el anhelo de acceder a estudios genéticos y tecnología del Primer Mundo, a la que de otra manera, lamentablemente, es muy difícil llegar para la ciencia hecha en Cuba.
«Los organizadores del certamen explicaron desde el año pasado que el premio al primer lugar es la secuenciación completa del genoma de la especie ganadora en ese centro alemán — precisa el experto. Es una oportunidad de oro, imagínese… Aquí en Cuba se hace algo de secuenciación fundamentalmente relacionada con la biotecnología, pero en unos pocos genes o segmentos de genes. Conocer el genoma completo facilitaría escudriñar, descifrar muchos de los enigmas que aún acompañan a nuestro bello caracol y luego utilizar de manera sostenible toda esa información».
En el caso de la Polymita picta, trabajos precedentes sugieren que esa diversidad de colores en las conchas pudiera tener una base hereditaria, de manera que conocer su genoma completo permitirá comparar las secuencias de los genes del color con los de otros moluscos ya estudiados internacionalmente para conocer cómo han evolucionado, si son los mismos o han variado.
Entender las singularidades de la reproducción del colorido molusco es otra de las incógnitas que pueden develarse con la secuenciación del genoma, enfatizó Reyes Tur.
«Las polimitas y sus especies hermanas son hermafroditas, o sea, tienen los dos sexos funcionales en todos los individuos. Durante el apareamiento la parte masculina utiliza una estructura que coloquialmente llamamos dardo amoroso, y lo usa durante todo el proceso, a diferencia de moluscos de otros países que lo emplean solo antes del acople.
«En nuestra polimita, tres glándulas aseguran las hormonas sexuales, lo que la diferencia de especies de Europa y Asia en las que una sola estructura genera esas sustancias, que como hemos visto en experimentos pueden estar relacionadas con el éxito reproductivo, y por ende, con el mantenimiento de las poblaciones.
«Nos falta mucho por descubrir, pero el conocimiento del genoma pudiera traernos la posibilidad de utilizar esas sustancias biológicamente activas para manejar la reproducción, lo que nos permitiría encaminar la conservación y sustentar sueños como el de las granjas de cría».
Una puerta al mundo
Con la denominación que ha convertido a la Polymita picta en el más mediático de los caracoles, y que en el orden práctico deberá impulsar los estudios sobre su familia y todos los moluscos terrestres en la nación, se abren también, al decir del profesor santiaguero, posibilidades de colaboración internacional.
«Hemos optado por hacer ciencia decente desde Cuba, que sea respetada por lo que se hace desde aquí», sostiene el prestigioso investigador, pero al mismo tiempo asume que es preciso dar prioridad a la internacionalización.
«Debemos ver la colaboración como una oportunidad para profundizar en la comprensión de nuestra riqueza malacológica», refiere desde la experiencia de casi tres décadas de empeño, en las que ha estado presente la cooperación, lo mismo con los campesinos de las zonas donde investigan que con importantes instituciones cubanas y europeas, como el proyecto belga-cubano VLIR-USO; la agencia NABU, de Alemania; la Sociedad Malacológica de Londres y colaboradores entrañables como el holandés Joris M. Koene y los británicos Angus Davison y John A. Allen, entre otros, con quienes los investigadores cubanos comparten proyectos e intereses, a pesar de las distancias.
Así, de manera callada y laboriosa, han conseguido, por ejemplo, incluir sus trabajos en publicaciones de gran prestigio y rigor, como la Journal of Molluscan Studies. Además, como fruto de sus alianzas, la importante revista Biological Journal of Linnean Society está preparando un número especial dedicado a Cuba, con la contribución de importantes instituciones nacionales.
Preservar un tesoro
La corona entregada a la Polymita picta y las nuevas oportunidades de desentrañar sus misterios desde el conocimiento no garantizan, sin embargo, la protección y conservación de este hermoso tesoro de la naturaleza, hoy en peligro de extinción.
Y es que la belleza de las conchas, que alimenta el orgullo de la especie, es, junto a la destrucción de los hábitats a los que ha logrado adaptarse, una poderosa amenaza para sus poblaciones, diezmadas por quienes las capturan para convertirlas en objetos decorativos o comerciar con sus caparazones, una práctica que, a pesar de ser declarada ilegal, se ha mantenido durante más de un siglo.
«Si somos capaces de utilizar inteligentemente la información que nos aporte la genómica, podremos enfocar adecuadamente la conservación de este grupo», insiste el Doctor Bernardo Reyes, un santiaguero rellollo que disfruta como pocos dormir en el campo con las polimitas para ver qué hacen de noche, y ni en las vacaciones deja de ir a la Universidad para alimentarlas.
«Hasta ahora la especie está nombrada Polymita picta, pero todavía no sabemos a ciencia cierta si es una especie o más de una. Si fuera un complejo de especies, eso tendría connotación en los planes de manejo y nos obligaría a tener más cuidado con su conservación, pues en tanto las poblaciones serían más pequeñas, estarían más amenazadas».
El recuerdo de aquella alumna, oriunda de Baracoa, quien muy apenada le narró en una ocasión cómo junto a sus compañeros en el plan La escuela al campo sacrificaban las polimitas, abundantes en aquella época, para usar las conchas en la confección de sayas, le permite advertir cuánto aún se desaprovechan oportunidades para una verdadera educación ambiental.
«Hay otras amenazas también muy fuertes; una de esas es el desconocimiento, que ha hecho mucho daño», enfatiza, y lamenta que aún no exista un sistema lo suficientemente articulado para defender realmente estos tesoros desde la educación ambiental.
«Con la campaña para la votación del certamen nos dimos cuenta de las posibilidades que hay. A veces uno piensa que la gente no va a ser receptiva o se dedica a otras cosas… Hay que buscar modos que sean de estos tiempos, como las redes sociales digitales, pero también conversar con las personas, y sobre todo pensar en cómo comunicar.
«Hace unos días escuchaba la reflexión de una muchacha que decía: “Muchas veces vemos la comunicación fuera de la investigación y de la enseñanza, y olvidamos que la enseñanza y la investigación son formas de comunicación”. Quizá sin atiborrar desde nuestros planes de estudio hay que trabajar en esos temas, porque son muchos los estudiantes que pasan por nuestras aulas o por este laboratorio».
El acucioso investigador encuentra perspectivas para la protección de las polimitas en nuevos instrumentos, como la Ley de Medio Ambiente, hoy en fase de análisis. Pero insiste en que hay que contar más con personas de toda Cuba que llevan tiempo trabajando en las áreas naturales y en las universidades para atemperar ese instrumento legal a la realidad de todo el país:
«Nuestras leyes tienen que parecerse más a lo que pasa en Cuba y en el mundo. Hay un desbalance entre por dónde va la ciencia y cómo comunicamos esos nuevos saberes a nuestros niños y jóvenes. Hay poco conocimiento de lo nuestro; como también son insuficientes los elementos de nuestra flora y fauna, y las personalidades de la ciencia actual que se incluyen en los textos de educación general.
«Nuestros niños tienen derecho a conocer desde la escuela, por ejemplo, de los autores de nuestras vacunas, de los valores de las polimitas y de nuestra biodiversidad; eso levantaría nuestra autoestima y el orgullo de tener tesoros como esos. Y ayudaría a cuidarlos».
Más que bella
El Doctor Reyes Tur afirma que humildemente se siente parte de la cadena de saberes de la malacología cubana; por eso sus años de indagaciones le llevan a aseverar que la Polymita picta, más allá de su belleza, puede ser una especie también de utilidad.
«En 1994, cuando todavía no estaba incluida en Cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), el profesor Vicente Berovides publicó un artículo excelente donde llamaba a utilizar de manera sustentable las conchas, y demostró que para ello no hacía falta sacrificar al animal. Fue un iluminado con la idea de que el manejo controlado de la polimita es posible. Yo diera casi la mitad de lo que me queda de vida por demostrarlo.
«Estamos escribiendo un proyecto para materializar el sueño de una granja de cría. La idea concreta sería ir al monte, a un cafetal, por ejemplo, hacer una pequeña empresa y tener quizá dos o tres lugares donde se maneje la reproducción y al mismo tiempo se estudien distintos aspectos de la especie; concretar ese conocimiento en tesis de licenciatura, de maestrías, de doctorados, que aborden desde cómo comunicar los resultados hasta cuáles son por fin los genes que generan cada color, o los depredadores actuales. Hay tantas cosas por hacer… Imagínese que todavía no sabemos a ciencia cierta ni cuánto se mueven las polimitas en un día.
«Tenemos un tesoro en las manos, una biodiversidad digna de comprenderse en todos sus procesos para conservarla mejor, pero que también puede ayudarnos a hacer sustentable la investigación. Necesitamos ponerle el ojo a la parte de la ciencia que no es exactamente biotecnología, pero que también lo merece.
«Tenemos una joya: tratemos de usarla con inteligencia. Votamos por una especie maravilla y ganamos. Tenemos el derecho y el deber de estudiarla y ponerla justo en el lugar que merece».
Para infografía
Intimidades de Polymita picta:
.¿De qué se alimentan? Las polimitas son herbívoras, consumen hongos, algas, líquenes y musgos que crecen sobre la superficie de troncos, ramas y hojas.
.¿Qué conocemos de la reproducción? Tiene lugar en la época lluviosa, con máximos de actividad reproductiva entre septiembre y noviembre. Sin embargo, en el laboratorio hemos detectado cópulas entre enero y abril.
Se conoce que los individuos ponen entre 50 y 60 huevos en cada puesta. Aproximadamente el 80 por ciento de los huevos eclosionan unos 13 días después de la puesta. Tanto en condiciones naturales como en cautiverio se han registrado ciclos de vida cercanos a 12 meses con elevada mortalidad post-reproductiva.
Amor largo y en cámara lenta: Los apareamientos de Polymita picta pueden durar hasta nueve horas, lo cual es casi cinco veces superior a los apareamientos de especies hermanas. Durante este tiempo, la interacción de los dardos del amor es frecuente. Sin embargo, es casi imperceptible para el ojo humano. Para estudiar estas «batallas de dardos» es necesario filmar las cópulas y reproducir los videos en alta velocidad. (Redacción: Doctor Bernardo Reyes Tur)