El manto terrestre es la capa intermedia entre la corteza y el núcleo del planeta. Ocupa alrededor del 68 por ciento de la masa terrestre. Las fuerzas tectónicas y los volcanes han sacado a la superficie parte de esta materia, pero están contaminadas por esos propios procesos y el intemperismo. La extracción de materia virgen permitiría una mayor comprensión sobre la formación de la Tierra. Autor: Ilustración: Vladimir Fernández Publicado: 21/09/2017 | 05:07 pm
Vamos por la conquista del centro de la Tierra. O casi, porque no se irá tan lejos. Se trata de perforar hasta el manto terrestre, la capa intermedia entre la corteza y el núcleo externo del planeta.
La odisea de llegar a la capa situada entre 30 y 60 kilómetros por debajo de los continentes será un proyecto tecnológico difícil. Y costoso. Sus estrategas prevén comenzar la prospección en diez años. Por ahora, cuentan con el apoyo del Programa Integrado de Perforaciones Científicas Oceánicas (IODP), del que forman parte 27 países, y el entusiasmo de personas en todo el mundo.
Necesitarán mucho, mucho dinero. Quizá tendrán que esperar más de una década para el taladrazo pionero. Quizá se demoren cavando años y años. Sin embargo, constituirá el primer ensayo —en tiempo real y con instrumentos disponibles o que se fabricarán— de perforación en las profundidades más recónditas de un planeta.
El viaje hacia el manto será un hito en el conocimiento sobre el origen de la Tierra. Y más. Permitirá alistar una tecnología replicable en otros cuerpos rocosos del universo.
No se olvide que la posibilidad y permanencia de expediciones científicas e incluso el establecimiento de asentamientos humanos en otros cuerpos celestes dependerá de si podemos utilizar las zonas interiores de estos, tanto para el aprovisionamiento de agua como para el uso de sus minerales.
Mohole, el regreso
El primer intento para llegar al manto terrestre fue mediante el Proyecto Mohole, una iniciativa de un grupo de geógrafos de EE.UU. concebida en 1957 y ejecutada en 1961.
El año 1957 fue estelar. El 4 de octubre la Unión Soviética colocó en el espacio el primer satélite artificial de la Tierra: el Sputnik. Un mes más tarde lanzaría otro, el Sputnik-2, con la perrita Laika a bordo.
Los «americanos» se quedaron boquiabiertos. Se habían rezagado. Mientras estaban concentrados en los bombarderos de largo alcance, los soviéticos ya andaban trabajando en los misiles balísticos. Y por supuesto, ¡eureka!, ¡hacia el infinito!
El 29 de julio de 1958 el presidente Dwight Eisenhower firmó el acta de constitución de la NASA, inaugurada el 1ro. de octubre de ese año. La agencia aeroespacial de EE.UU. trabajaría rápido y con eficiencia para acortar la brecha. Y lo hizo (aunque ahora, luego del retiro de sus legendarios transbordadores, preparan maletas para irse hacia las estepas rusas y kazajas).
Por aquellos años pioneros, sin embargo, expertos de Estados Unidos en ciencias relacionadas con nuestro planeta tenían sus propias ideas. El Proyecto Mohole constituyó la más atrevida: un intento por equiparar la carrera espacial con otra hacia el centro de la Tierra, que recibió el apoyo de una comisión especial de la Academia Nacional de Ciencias de ese país.
Cinco agujeros y una barrena rota
En unos días se cumplirán los primeros 50 años de la ejecución del Proyecto Mohole. El plan consistía en perforar la corteza hacia el manto por el camino más corto: bajo el mar, y de ahí barrenar a una profundidad de seis kilómetros. Y empezaron.
Fue en un punto cercano a la costa de isla Guadalupe, Baja California, México. Abrieron cinco agujeros. Mas no lograron sobrepasar los 183 metros. «El carísimo perforador, que tenía unos diamantes para taladrar la roca, se partió y el proyecto fue abandonado», recuerda la revista Nature en un reciente artículo sobre la actual iniciativa.
El nuevo Mohole se propone llegar a «una frontera que la ciencia aún no ha logrado alcanzar», reseña la agencia EFE.
Está liderado por Damon Teagle, de la universidad británica de Southampton, y Benoit Ildefonse, de la universidad francesa de Montpellier-2. «Conseguir muestras del manto sería un tesoro comparable a las piedras lunares que trajeron las misiones Apolo», han dicho ambos. Solo que hasta el momento ese objetivo ha demostrado ser más difícil que viajar a la Luna, comentaba la agencia española de prensa.
Pero no son solo planes. El 13 de abril próximo, a bordo del barco JOIDES Resolution, un equipo de adelanto ahondará 400 metros más en un agujero de 1,5 kilómetros frente al litoral de Costa Rica.
Cierta «facilidad»
El manto terrestre constituye la mayor parte de nuestro planeta: alrededor del 68 por ciento de su masa. Va desde la parte inferior de la corteza hasta el núcleo. O sea, tiene unos 2 890 kilómetros de espesor. La corteza, en tanto, se extiende de 30 a 60 kilómetros desde la superficie continental hasta el manto. No obstante, en algunas zonas oceánicas apenas tiene un grosor de seis kilómetros.
Ese es el punto de mira de los investigadores Teagle e Ildefonse. Desde ahí se puede acceder al manto con cierta «facilidad», piensan.
Parece una bicoca. Pero el ser humano solo ha logrado penetrar la corteza apenas unos kilómetros. El recorrido más largo se hizo en el pozo superprofundo de la península rusa de Kola. Allí los científicos soviéticos taladraron entre 1970 y 1989, hasta llegar a una profundidad de 12 262 metros. Es ese el agujero más hondo excavado por el ser humano, recordaba en sus páginas especializadas el diario español Público.
En los próximos cinco años—cuenta por su parte la revista digital ABC—, los participantes en el proyecto realizarán cálculos en tres localizaciones del océano Pacífico que podrían ser los lugares para llevar a cabo las perforaciones: las costas de Hawai, Baja California y Costa Rica.
Mohole-2 utilizará, posiblemente, las tecnologías japonesas de perforación que porta el buque de investigaciones oceánicas Chikyu, un carísimo barco de inicios de este siglo especializado en estudios para pronosticar terremotos. Además, se deberán generar técnicas e instrumentos nuevos.
En definitiva, el proyecto «será terriblemente caro», dicen los periodistas. «Pero no tanto como lanzar un cohete a la Luna», replican sus impulsores, quienes prevén obtener los primeros resultados en 2025.
«Perforar hasta el manto es el reto más complejo en la historia de las Ciencias de la Tierra», aseguran los expertos. Y así es. Mas esperemos que la ruta de Otto Lidenbrock, el protagonista de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, esta vez sea más expedita.