Los 23 estados de Venezuela pudieran despertar el 17 de diciembre, el día después de las elecciones regionales, con gobernadores chavistas. Es la tendencia, estadísticamente hablando, que se plantea el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Está claro que la Revolución Bolivariana alcanzará la hegemonía política estadual. Pero el hacerse de todas las jurisdicciones exigirá, del PSUV y las organizaciones aliadas en cada entidad, hilar fino para que los pronósticos se concreten.
En las últimas semanas he recorrido estados del occidente y Los Andes, y por las fuentes expertas consultadas y las conversaciones con lugareños, el panorama es alentador.
Fuera de supuestas objetividades (eso no existe), creo que por el bien del país y el mundo, obtener todas las gobernaciones sería el mejor de los escenarios.
Según la última encuesta de Hinterlaces, incluso en los estados gobernados por opositores (ocho) la preferencia de los votantes es ampliamente hacia el PSUV. Este 16 de diciembre lo sabremos.
Lo cierto es que de cumplirse los vaticinios, el giro geopolítico aquí tendría consecuencias devastadoras para la derecha de cara a la tercera contienda del actual período electoral: las municipales, a celebrarse en algún momento del primer semestre de 2013.
En Venezuela, cuando de elecciones se trata, se habla de las «joyas de la corona». Son cinco o seis estados cruciales en el país, por su población, potencial económico, número de votantes y simbolismos políticos.
Uno de ellos es Carabobo, donde el candidato socialista, Francisco Ameliach, goza del 54 por ciento de la intención de votos; mientras que el actual gobernador, el opositor Henrique Salas Feo, apenas dispone del 36 por ciento de beneplácito.
En Miranda la diferencia es menor en intención de votos. Favorece por unos siete puntos al revolucionario Elías Jaua. No obstante, y más allá de la intención, desde una perspectiva racional el 55 por ciento de los mirandinos considera —siempre según Hinterlaces— que el gobernador idóneo es Jaua.
Jaua ha desarrollado una impresionante campaña electoral. Él y su equipo proselitista han dado muestras de una gran madurez y habilidad política y de una extraordinaria sensibilidad hacia las bases populares y los sectores de la clase media.
Esta es una entidad clave tanto por lo expuesto arriba como porque el perdedor en los comicios presidenciales, el ultraderechista Henrique Capriles Radonski, aspira a reelegirse y tener así su «premio de consolación».
Si Radonski pierde, no quedará sepultado políticamente como algunos analistas opinan. Pudiera quedar con «vida» para «luchar» un curul en los comicios legislativos nacionales del 2015. Pero si no gana en la lidia de este 16 de diciembre (16-D), la derecha local sí quedaría defenestrada.
Aunque en la terminología local se defina que tras el triunfo del presidente Chávez el pasado 7 de octubre comienza en Venezuela la segunda etapa del tránsito hacia el socialismo, en mi criterio estos 14 años lo que hicieron fue cerrar el ciclo de una revolución democrático-popular.
En realidad en este período el concepto socialismo, más que proyecto, lo que hizo fue imponerse simbólicamente. Fue un paso crucial. Fundacional. Era imprescindible que así ocurriera para poder abrirse, desde el consenso, como proyecto.
Tan es así que, tras un siglo de satanización, hoy más del 45 por ciento de los venezolanos lo acepta como modelo. Claro, el socialismo que quieren y pueden construir. El que ha ido mostrando el magisterio de Chávez.
La Revolución Bolivariana es ella en sí y no puede reproducirse, al igual que todas las que han sido. Se carece de referencias históricas para comparar este proceso. Mas considero que ahora sí entrará en la ruta del pleno tránsito hacia el socialismo. Y lo está haciendo con una apabullante solidez política, claridad práctica, experiencia de gobierno y riqueza material.
Aunque como Revolución es única, el socialismo bolivariano sí puede ofrecer más de una clave para convertirse en alternativa viable para América Latina. (Por eso es que el chavismo es tan peligroso para los centros hegemónicos mundiales).
En este contexto, si Capriles Radonski pierde las elecciones de gobernador en Miranda, a la oligarquía local y transnacional no le quedará aquí títere con cabeza. Y si a esto sumamos las viscerales contradicciones, divisiones y deserciones que se están produciendo en sus filas, y que posiblemente se van a agudizar en los próximos años, difícilmente la reacción pueda convertirse en una alternativa de futuro.
La articulación de una nueva oposición derechista en Venezuela no la van a poder lograr ni los genios más lúcidos de los servicios de inteligencia occidentales, ni sus «think thank», ni los grandes centros financieros internacionales (y valgan las redundancias). El chavismo llegó para quedarse.