La excepción debe convertirse en regla, dijo una vez Fidel. Y uno interpreta que no ha de ser al revés: la regla como excepción, que es como andar de espaldas, como ir en contra de cuanto fuimos, somos y queremos ser. Lo que pasó ayer, ha definido alguien, es historia. Lo que pasa hoy es política, acción y también omisión. Ahora bien, entre ayer y hoy existe un encadenamiento, una continuidad...
Antes de proseguir he de recordar que quise intentar responder, hace dos semanas, algunas preguntas e invité, para que me ayudaran, a los lectores de esta columna. Las respuestas son variadas, e incluso algunas plantean las mismas interrogantes, porque numerosos remitentes cuentan historias parecidas a la que presenté el 8 de mayo.
Por qué, preguntaba yo entonces, un trabajador ha de esperar 16 meses para que la administración de su centro laboral obedezca un fallo judicial. ¿Por qué pasa? Y si yo hubiera tenido dudas de que esta práctica dilatoria más que a la excepción parece derivar hacia la regla, los mensajes recibidos me lo habrían casi confirmado. Suelen pasar las dilaciones o las inconsecuencias legales. Y claro, si pasan y nada pasa como contrapartida correctiva, es lógico que cualquier ciudadano se sienta compelido a comunicarle a alguien su problema y su inconformidad.
A ciertos juicios les inquieta, sin embargo, que los periódicos aborden estos temas y publiquen las quejas de los lectores. El periodista —recomiendan— debe decirles que hay que resistir, que la patria bloqueada exige aplazar necesidades y querellas... No juego. Eso aconsejan algunos para evitar que la «angustia se extienda». Desde luego, hay que acostumbrarse a oír criterios distintos, a asumir la sociedad socialista como la interrelación social, dialógica y solidaria entre una libertad y otra libertad, porque proscribir un criterio que nos parezca disparatado se aparta de la regla inclusiva que nuestro país se ha impuesto como uno de sus ideales.
Pero un criterio así, tan reductor del espacio democrático, suscita el criterio opuesto y la consecuente argumentación. Esa aludida angustia no será nunca causada por la publicación de la carta, sino más bien por el conflicto sin resolver. ¿Sabe usted qué significa para un trabajador saber que los tribunales han legitimado su reclamación y que una voluntad casi irracional le niega, mediante escamoteos y sorderas culposas, el derecho? Evidentemente eso genera angustias, inseguridad.
Pero lo esencial es tratar de responder por qué pasan, con una frecuencia que puede y debe preocupar, esas negligencias tan agobiantes y desmovilizadoras para la conciencia de los ciudadanos. Si algo se está haciendo contra esas actitudes, uno no se ha enterado. Y por la recurrencia de las quejas, uno cree, con la cautela de rigor, que la impunidad los beneficia y que los tribunales no tienen los medios para hacerse respetar. Para mí, responder implica volver a decir cosas ya dichas. ¿Qué convierte a una administración, un consejo de dirección, en figuras supremas, inexorables, a prueba de cualquier cuestionamiento? La burocratización. A estar sentado en una posición tan rígida que solo permite mirar hacia arriba y hacia abajo en una línea vertical inmodificable. Ni siquiera las instituciones dispuestas en nuestro orden social y político pueden a veces evitar o enderezar los desajustes. ¿Puede influir la sección sindical? ¿Puede hacer prevalecer ese papel de contrapartida que hace muchos años Fidel hizo recordar que les correspondía a los sindicatos en la sociedad revolucionaria?
En fin, cuanto más prospere la verticalidad autoritaria en detrimento de la horizontalidad democrática, cuanto más crean algunos que administrar o gobernar es mandar —ese grito que Martí condenó en lo político—, más se incrementaría el riesgo de perder la continuidad entre ayer, la historia, y hoy, la política, la acción. Y por tanto ciertas conductas podrían olvidar que la resistencia tiene un sentido, una finalidad: ser mejor que ayer, porque si no andaríamos al revés: de espaldas a nuestros ideales de justicia, independencia, bienestar. Esto es, contra ellos. Y eso ni como excepción puede pasar.