LA acusación del supuesto delito «Conspiración para recopilar y trasmitir información de Defensa Nacional», nombre técnico del cargo imputado según la ley penal norteamericana (18USC & 794), comúnmente llamado «Conspiración para cometer espionaje», es, sin dudas, el tema central del proceso seguido contra nuestros cinco patriotas presos injustamente en Estados Unidos. Recuérdese que la prensa miamense le llamó enseguida «el juicio de los espías», calificativo que repitió una y otra vez El Nuevo Herald durante la etapa de celebración del proceso.
Por ese delito cumplen injustas condenas de cadena perpetua Gerardo, Ramón y Tony. De ahí que rebatir esa acusación, demostrar la falta de evidencias sobre el cargo imputado y la inocencia de los acusados, es tema central también de los abogados de la defensa para la vista que habrá de celebrarse el próximo día 20 ante el panel de tres jueces encargados de conocer de la apelación presentada en el Onceno Circuito de Apelaciones en Atlanta.
Es este un tema que levanta polémica cuando se habla del caso de los Cinco por primera vez aun ante un auditorio amigo. La acusación de «espionaje» (genéricamente hablando) tiende a preocupar a cualquiera que escucha el «tenebroso» calificativo, nombre de otro delito no imputado. Y es ahí donde existió una verdadera conspiración contra los Cinco por parte del Gobierno de Estados Unidos. No se trata de un error técnico en la calificación de uno de los delitos por el que están acusados; no, de lo que se trata es de un macabro plan para desacreditar a los acusados y presentarlos como peligrosos delincuentes, como enemigos de la nación norteamericana.
Y es que al no poderlos procesar por espionaje los acusaron de conspirar para cometerlo, algo etéreo, subjetivo, donde se invierte la presunción de inocencia, puesto que lo alegado por la fiscalía es que «tenían la intención de apropiarse» de una supuesta «información clasificada» que nunca apareció, que no se ha visto, que no fue ocupada, ni podía serlo, porque jamás esa fue la intención. Pero el nombre está ahí en la acusación, en el ambiente que creó la fiscalía en el juicio, y que llevó a la mente de los jurados. Su resultado: tres cadenas perpetuas.
En cierta ocasión le brindaba información a un abogado alemán sobre el injusto proceso, para sumarlo a la causa. Me llevó varias horas de conversación, de análisis de la descripción de la «tipicidad» del delito de espionaje y su total diferencia con los hechos realizados por los Cinco. Así de manipulada y tendenciosa fue la acusación y peor aún la información que brinda la prensa miamense. Aquel experimentado y culto abogado, de ideas progresistas, no tenía la información correcta. A partir de entonces no ha faltado jamás a una vista del proceso, sumando su verbo y conocimientos a defender la justa causa.
De ahí lo importante de explicar qué estaban haciendo los Cinco en Estados Unidos y por qué. Recuerdo que al principio de tratar el tema en la Mesa Redonda, llegaba una noche a la casa luego del programa, y un viejo amigo, vecino de la cuadra, revolucionario, fiel, lejos de cualquier sospecha de liberalismo o «blandenguería», me gritó desde lejos: «Muy bien, profesor, muy bien»... pero inmediatamente se acercó y me susurró al oído: «pero son espías»... ¡No podía creerlo, me quedé en una pieza! Si aquel viejo revolucionario creía que los Cinco eran espías ¿cómo no lo iban a pensar los demás? Le invité a pasar a la casa y le expliqué:
No hay espías sin espionaje. El espionaje es un delito, y como todos los delitos tiene que estar «tipificado» en la ley penal, es decir descrito en el tipo penal el hecho que configura la acción ilegal, y, por tanto, punible, sancionada con una pena.
El delito de espionaje según la propia ley federal norteamericana, consiste en apropiarse, recopilar y trasmitir información de Defensa Nacional, clasificada, protegida por el Estado, que de conocerse por personas no autorizadas causaría un perjuicio a Estados Unidos.
¿Y qué tiene que ver eso con la actuación de los Cinco, con el monitoreo de organizaciones y grupos terroristas? ¿Hay acaso alguna documentación clasificada, protegida por el Estado, de interés para la Defensa Nacional que les fuera ocupada? Esta pregunta fue hecha durante el juicio al general de división del Ejército de EE.UU. Edgard Atkenson, ex-jefe de la Oficina de Inteligencia e instructor del Colegio de Inteligencia de la Defensa, quien respondió con un categórico «No»
Es así que mi vecino salió convencido aquella noche, como convencido saldrán los tres jueces de Atlanta.
Si hay justicia en Atlanta, se acabará el juego sucio de los «espías», que mantiene encerrado injustamente a los cinco patriotas desde hace ya 9 años, mientras «tranquilamente» anda suelto en Miami un consumado delincuente y verdadero terrorista. La justicia no puede admitir semejante infamia.