Hugo César González López, como el resto del personal cubano que labora en Lombardía, cuenta con el equipo de protección necesario para evitar el contagio de la COVID-19. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 18/04/2020 | 03:27 pm
Parecía un descanso habitual, después del recién culminado y extenuante turno de trabajo. Unos aprovechaban para volver sobre los casos más preocupantes, esos que los mantienen en vilo cada segundo por la pegajosa fiebre, la dificultad para respirar y los signos de hipoxia. Los más avezados con las tecnologías contactaban a la familia, de quienes no faltan consejos oportunos, y constataban el agradecimiento en mensajes de amigos y hasta de desconocidos, que llegan como destellos de energía ante tantas millas de distancia.
En otros de los rincones brotaba la risa ante lo dicho por el «chistoso» del grupo, ese que los saca a fuerzas del lugar de la nostalgia. Con la algarabía, siempre aparece la queja de quien aprovecha para dedicar instantes al sueño.
Bastó un segundo para que esa rutina se trastocara y nadie se quedara fuera de un inesperado suceso: «Un niño nos había mandado una caja con dulces, y dentro, un papelito que nos punzó…».
Desde Crema, Lombardía, una de las regiones italianas más afectadas con la COVID-19, el Licenciado espirituano en Enfermería, Hugo César González López, detalla el suceso: «El niño agradecía la presencia de los cubanos en esta región y culminaba diciendo: salven a mis abuelitos».
Será esta anécdota una de las tantas que jamás olvidará este enfermero, uno de los dos espirituanos integrantes del Contingente Internacionalista de la Salud Henry Reeve, especializado en brindar asistencia sanitaria en situaciones de desastre y graves epidemias que, desde mediados de marzo, alivia el dolor de esa villa medieval, desolada, en medio de un silencio ensordecedor.
«Los primeros días fueron muy difíciles porque el frío era intenso. Llegó a bajar a menos dos grados, pero los italianos enseguida se movilizaron y nos trajeron abrigos para paliar las bajas temperaturas, a las que no estamos adaptados.
«Ya pasó el invierno, y aún en primavera las temperaturas son algo frías, pero aceptables», nos comenta vía Messenger desde el hospital de campaña plantado en el parqueo del Hospital Mayor de Crema, donde el colectivo de profesionales cubanos ha atendido a una población desbastada por un enemigo mortal…
Allí, además, ha aprendido admirar el esfuerzo de sus colegas italianos y amar a una idiosincrasia diferente, pero de grandes expresiones de afectos: «El personal médico-técnico de esta nación está muy contento con nuestro nivel de profesionalidad y científico, nuestro trabajo. Ya podemos hablar de empatía entre italianos y cubanos en cuanto a la labor en las salas», asegura mediante el Messenger, justo en esas horas de descanso, donde volver a la ciudad del Yayabo, gracias a la magia de Internet, le hace feliz.
La Brigada cubana alivia el dolor de Crema, una las ciudades más afectadas por la pandemia global. Foto tomada de Internet.
Sobre su rutina diaria, nos cuenta: «Formamos parte del colectivo que enfrenta aquí a la COVID-19. Nos guiamos por sus protocolos de tratamiento, sus formas de vida… Trabajamos en tres turnos (8:00 am a 2:00 pm; 2:00pm a 9:00 pm y 9:00 pm a 8:00 am). Llegamos siempre antes porque nos roba alrededor de 20 minutos colocarnos el traje de protección. No nos podemos equivocar y tenemos que mantener la percepción de riesgo muy alta. Luego, hacemos el pase de visita, el aseo personal de los pacientes, su medicación, repartimos el almuerzo y ayudamos para que coma quien no puede solo», explica un proceso que ya conoce con los ojos cerrados.
Desde que llegó a esa bella e histórica región italiana, Hugo César pone en práctica su experiencia laboral de 37 años, sobre todo al lado de pacientes más graves. Entrega que dejó retenida en el Policlínico Sur, de la cuarta villa de Cuba, desde que le llamaron para sumarse a esta nueva cruzada.
«No vacilé en decir “estoy aquí”. Afortunadamente, también fui protagonista de la lucha contra el ébola en Sierra Leona –una experiencia que considera insuperable-: La COVID-19 te da la posibilidad de curarte en varios días. El ébola te mataba en muy pocos días. No hay parecido alguno, solo que este se propaga muy rápido, eso sí».
Ha visto con sus propios ojos la velocidad con que se multiplica el número de enfermos, que llegan a la improvisada instalación aferrados a esa esperanza que desembarcó en Crema vestida de rojo, azul y blanco.
«Están muy agradecidos por lo que hacemos. Lamentablemente, la población anciana ha recibido el golpe más fuerte. Hoy, aunque los índices de pacientes y muertes han disminuido, la situación sigue siendo delicada».
Se toma una pausa y luego la voz se entona de orgullo. El mismo que le saltó del pecho en el aeropuerto de Milán, donde, sin esperarla, una ovación les dio la más cálida de las bienvenidas: «Siempre es muy gratificante cuando nos aplauden al vernos en plena calle –describe-, esa alegría que desprenden sus rostros y cómo muchos han colgado de los balcones banderas de Italia y Cuba».
González López sabe que la fecha de retorno de la Brigada cubana es incierta. Las horas frente a la pandemia se multiplican y no llega el fin, ni tan siquiera una tregua. Mas, ya sueña con el día en que acaricien sus manos las altas temperaturas del Caribe.
«Voy a darle un abrazo bien grande a mi familia y darle las gracias, porque también confiaron en mí. Les diré a la Revolución, al Gobierno y al sistema de salud que Hugo va a estar siempre para lo que sea, cuando sea y donde sea. No importa el clima, siempre voy a decir que sí», deja escapar desde las entrañas de Lombardía.