Notre Dame Autor: Juventud Rebelde Publicado: 16/04/2019 | 04:30 pm
«Y la catedral no era sólo su compañera, era el universo; mejor dicho, era la Naturaleza en sí misma. Él nunca soñó que había otros setos que las vidrieras en continua floración; otra sombra que la del follaje de piedra siempre en ciernes, lleno de pájaros en los matorrales de los capiteles sajones; otras montañas que las colosales torres de la iglesia; u otros océanos que París rugiendo bajo sus pies».
Las palabras de Víctor Hugo parecen apropiadas ahora, cuando amanece Notre Dame parcialmente destruida, luego de la conmoción de la noche de lunes cuando el fuego devoró la enigmática catedral. Los ojos se tornan hacia Paris y el escritor francés sirve de bálsamo, siglos después de narrar la historia de amor entre Guasimodo y —más que cualquier otra mujer— la imponente Nuestra Señora de París, consuelo erigido en piedra en medio de la ciudad de las luces.
Aunque las primeras tres horas fueron las más dañinas, el incendio no fue declarado extinto hasta el martes temprano. El portavoz de los bomberos parisinos, Grabriel Plus, detalló un balance material «dramático» que «todo el tejado está siniestrado, toda la armadura quedó destruida, una parte de la bóveda se derrumbó, la aguja ya no existe», citó AFP.
Restaurar el edificio necesitará «años de obras», estimó el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, Eric de Moulins-Beaufort. Realmente será un largo y costosos camino, aunque ya se han registrado millones de euros en donaciones.
El fuego quemó la armadura de madera del techo de más de 100 metros de longitud, conocido como el bosque, por el gran número de vigas que hubo que utilizar para instalarlo, así como la aguja de 93 metros de alto, uno de los símbolos de París.
La estructura resiste pero se han detectado vulnerabilidades, en particular en la bóveda y en un piñón del transepto, explicó el secretario de Estado de Interior, Laurent Nuñez, tras una reunión con expertos arquitectos.
También se salvaron las dos torres y el gran rosetón de la fachada sur, pero una puerta abierta de par en par dejaba entrever un montón de escombros ennegrecidos y algunas vigas de la armadura caídas.
Según declararon periodistas, con la luz del día se hizo dolorosamente evidente la mutilación de Notre Dame: fragmentos de vitrales medievales de un valor incalculable y un enorme agujero en el techo, donde se derrumbó su aguja, eran parte del triste escenario.
Philippe Marsset, vicario general de Notre Dame, fue uno de los primeros en poder entrar en la catedral y describió como un «infierno» el momento en que se declaró el siniestro en el tejado del edificio, poco después de que terminara la misa de la noche.
Los funcionarios de la iglesia corrieron para intentar salvar las pinturas y otros tesoros culturales, antes de ser evacuados por los bomberos. La corona de espinas y la túnica de San Luis, dos de las reliquias más importantes, están a buen resguardo, afirmó monseñor Patrick Chauvet, el rector de la catedral, y la alcaldía de París puso en marcha una operación para «salvar todas las obras de arte».
Los daños son de momento inestimables, pero no todo se perdió y ahí quedó, casi intacta, una estatua de la Virgen María, a quien la catedral rinde honor.
Sin embargo, para Marsset lo más impactante fue la labor de los bomberos. «Es más que milagroso, es heroico», dijo. Así lo creen también muchos franceses y aquellos que seguimos paso a paso el rescate de la catedral.
La gran pérdida fue para mucho la aguja, que se desplomó en la tarde en medio de las llamas. Esa particular torre estaba rodeada de estatuas de cobre de los doce apóstoles, en cuatro grupos de tres, cada grupo en uno de los puntos cardinales y precedido por la representación simbólica los cuatro evangelistas: un buey para San Lucas, un león para San Marcos, un águila para San Juan y un ángel para San Mateo. Días antes del incendio, todas las estatuas se habían recogido para iniciar las labores de restauración.
Hasta el momento se cree que fue la reparación de la iglesia la causa del incendio. «Nada apunta a un acto voluntario», indicó el fiscal de París, Rémy Heitz.
Notre Dame renacerá cual ave fénix de las cenizas. Al menos el siniestro no lo robó todo y en su lugar solo quedará una cicatriz cultural. Pero vale en estos momentos recordar otras heridas que se han producido en los últimos años.
El Museo Nacional de Río de Janeiro, el más antiguo de Brasil, fue uno de ellos. Perdió gran parte de su colección de 20 millones de piezas por un incendio en septiembre pasado. Entre los daños irreparables se registraron la totalidad de la colección de la emperatriz Teresa Cristina, los frescos de Pompeya, el trono del rey de Dahomey, así como acervos lingüísticos y Luzia, el fósil humano más antiguo hallado en Brasil, que se encontraba en dicho edificio desde 1974.
«Nuestra institución, que vivió episodio semejante en su historia reciente, se solidariza con los franceses en este momento», publicó el museo brasileño el propio lunes.
Asimismo se ha perdido en otras partes del mundo: la Gran Mezquita de Al-Nuri, en Mosul, como resultado de la guerra, tanto Estados Unidos como el Estado Islámico culpan al contrario de su destrucción; casi toda la ciudad siria de Palmira, construida desde el segundo milenio A.N.E. y la urbe de Alepo; la tumba de Jonás, en Iraq; la ciudad de Cirene, en Libia; el Museo de Arte Islámico, en Egipto, destruido en parte por un coche bomba.
Y la lista sigue, hoy el lamento de Notre Dame sirva para recordar todos los fragmentos de historia que ya no existen.